tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

domingo, 22 de junio de 2014

Néctar.

No hay violencia sin consentimiento. No hay dolor sin adhesión.
Así como no hay obsesión sin representación, no existe idealización sin tergiversación, sin ruptura, sin paranoia.
Uno se pudre del signo menos. Uno se cansa del mal, de la banalidad del tedio, de la cotidianidad del horror, del poder omnipresente y capilar que nos atraviesa cada una de nuestras pestañas hasta llegar al centro de nuestros iris. ¿No es mejor una vista gorda que un ciego?
Si no hay materialidad, si no hay visión ¿cómo puede existir la utopía, aquello que no se ve? ¿Por qué confiamos en lo invisible? Yo creo que lo invisible puede ser descubierto y capaz de ser descifrado, pero no a partir de los ojos. La galaxia inalcanzable es una meta mental, no fue ni será jamás empírica, y si nuestros sentidos no se aproximan al realismo enloquecen. Y nosotros enloquecemos con ellos.
Nada peor que la imaginación eterna, nada peor que vivir en La República platónica. Uno termina con arrugas en la piel de tanto idealizar. Un día me dijeron que los sueños están hechos sólo para que nos frustremos. ¡Que hombre tan oscuro! pensé, no quiero llegar a vieja así con canas inútiles y años desperdiciados en una hoguera. 
Con el correr de los años fui dándome cuenta de que con mis pasos no avanzaba, o que peor aun, avanzaba, pero en una dirección infinita. Un camino eterno que no me llevaba a ningún lado. No podía ver el final o algún indicio, alguna piedrita, alguna notita que me diera la pista de que estaba acercándome A ALGÚN LUGAR. 
Es como mirar el cielo, no puedo evitar preguntarme ¿y esto dónde termina? ¿cuándo termina
tantas veces me lo pregunté y nadie lo sabe, ni lo sabrá nunca, porque la finitud no es la única opción ni la más lógica para nuestros espíritus burócratas que tienden a registrar con precisión y velocidad todo lo que sucede a su alrededor.
Lo infinito está ahí, como las ideas, intangibles, dignas de ser captadas con el alma. 
Encontrarse con alguien  de casualidad, de causalidad
sin piedritas ni notitas de por medio,
eso es pureza
y con eso me alcanza.
Me gusta
 desacelerar 
el ritmo
cuando llego
 a una conclusión.

sábado, 21 de junio de 2014

¿Y cómo me ama?
con colores infinitos,
rugidos de pluma,
vendavales reificados en un sorbo de coñac
con besos espumosos que se deslizan despechados.
Todas las cuestiones conducen al mar,
mejor aplicar la metáfora hidráulica,
canalizando las pasiones,
canalizando el corazón a través de un embudo que filtre el vidrio de tu arena,
 para que no me corte los dedos al tomarlo entre mis manos.
Frágil y escurridizo tu amor.
Algún día,
de piel en piel,
 tropezando como un retoño,
errando por los inviernos,
al ver, verás que mirando con tu ojo no lograste captar la profundidad,
que tu ojo no ve más allá del juego que solo quiere jugar.
Y yo no quiero perderme en ese espiral.
El laberinto de tu ser no se abre ni se cierra,
es una onda larga que incluye en su interior una serie de sucesos que se superponen
sin encontrar una salida ni una entrada.
¿Cómo encontrar un buen lugar,
un refugio que conjugue el silencio, la canela, el té y el alma?
qué es la espera si no una impaciencia,
un descreimiento hacia las certezas y la condición humana.
Es un manotazo de ahogado para no morir.
Me pregunto si habré llegado hasta tu amor.

sábado, 14 de junio de 2014

domingo, 8 de junio de 2014

Ordenar es ordenarse, es decidir cambiar algo de disposición, y es a su vez, tratar de cambiar algo del orden simbólico, subyacente a lo que todos ven. Es un intento de sistematizar la concepción de un cambio.
Concepción y ejecución se encuentran en la actividad humana profundamente disociados. Quiero, pero no puedo. La convicción filosófica y la voluntad que muchas veces son incongruentes con el afán de poner las ideas en marcha a través de las prácticas. Pero entonces, cambiar el mueble de lugar es un espacio en el medio, es un intersticio que el alma llama a ser llenado. La herida no se cierra cambiando de lugar una cama, pero el recuerdo se separa un poco más de su conexión directa y la espacialidad juega entonces un rol preponderante al desafiar lo establecido. Es la sed capaz de ser saciada la que nunca se sacia, es como la historia del conejo y la zanahoria, a cada paso la zanahoria parece estar más cerca y cuando nos parece que estamos a punto de alcanzarla ella, tan naranja!, nos saca la lengua y se adelanta unos pasos adelante y volvemos a correr, con las mismas ganas pero también un poco más cansados que antes. Somos como los hamsters que lo único que hacen es dar vueltas, lo cual es inútil desde nuestro punto de vista utilitarista pero profundamente eficaz si concebimos este mundo como un ciclo en el que todo parte, se va, pero vuelve a encontrarse.
Y yo me pregunto, ¿dónde estabas vos cuando la luz me cegó y me dejo oscura?
Voy a tomar sólo la disposición, la forma y no el contenido, porque cuando tome la forma lo podré llenar de lo que más me guste. Y otra vez, estabas atrás del cristal, amortajando las sonrisas y cerciorando la naturaleza con la artificial credulidad de la percepción de tus sentidos que no te da más que probabilidad y no certezas.
Querés emborracharte y olvidarte de que no tenés las uvas para preparar tu propio vino, y otra vez tu credulidad te mete un gol en contra.

viernes, 6 de junio de 2014

La insistencia es porfiada y se empeña en encontrarle una explicación al azar; para sentirme menos dudosa, para estar un poco más segura. El espesor de la reticencia a lo abstracto se manifiesta en sus planos más concretos, en el miedo a un abrazo, en el detalle de la vida cotidiana, en el miedo a la mirada constante y prepotente que se nos clava en los ojos sin nuestro permiso. Es la violencia lo que nos gusta, casi de forma fetichista, es la violencia que me genera tu aura, tu cabello, tu andar desposeído, tu maldita heterodoxia. Pero la violencia es el último medio que legitima la sumisión, y tu violencia se basa más en mi consentimiento que en tu colonial forma de ser.
Hace un tiempo perdí el código de traducción de ciertas conductas y ya no fumo en el sillón porque tengo miedo de estar transformándome en la ambivalente inteligentzia que lo juzga todo desde afuera.
Siempre poco comprometida, siempre desde la periferia y cuidándose bien de no involucrarse porque involucrarse es una virtud cívica, y las virtudes cívicas tienden a lo positivo. Al bien general y no al individual, o tal vez, tu egoísmo pueda ser visto como una suerte de utilitarismo que coincide con la pluralidad.
Es importante la redacción, es importante la coherencia y la conexión entre partes aparentemente inconexas. Encontremos nosotros mismos el nexo, resignifiquemos lo que es insignificante para otros, dotemos de sentido algo que por su trivialidad carece de sentido per se.
Sonreir
porque la sonrisa es como un don,
que lleva la obligación de darla,
recibirla
y devolverla.
Se da teóricamente de manera voluntaria, pero su devolución es vista de forma más o menos obligatoria
hasta como un derecho,
o, en caso contrario, el que la emite quedará en posición asimétrica al que la recibe,
quedando este último en un status inferior.
Dar una sonrisa, es también comprender que UNO no hace a la vida,
sino que la vida, las fuerzas del mundo lo hacen a UNO.
Y espero nunca perder de vista eso que me enamora de la historia
que es el orden de lo aleatorio, del acontecimiento, de lo espontáneo
de esa antireminiscencia casi aristotélica que ve a las consecuencias como partes de un fin necesario que las conduce. Porque lo casual, lo no planeado es también parte de una filosofía más amplia y menos iluminista, no todo tiende a un fin, hay cosas que no son completamente inteligibles. No podemos captarlo todo. Hay cosas que se nos escapan por ser, justamente, irracionales y nuestros sentidos son demasiado imperfectos y subjetivos como para captar lo inmutable. Es inútil encerrarse en uno mismo, replegarse en el interior, porque la luz está afuera del túnel y nuestro cuerpo es un túnel diáfano que sólo deja pasar la luz si otros pueden ver esa transparencia.
El otro y el yo, tejiendo una  gran telaraña
en la que siempre y constantemente está vigente el ruido de la existencia.
El amor nos posee,
 desde torres diametralmente opuestas.
Un triángulo de las bermudas del que es imposible rescatarse
porque es un número impar e imperfecto.
Autoprotegerse es acorazarse,
volverse fuerte porque antes se era más débil.
Una aflición que se manifiesta con la compulsión a la música
y a los acordes más fúnebres que mi guitarra puede hacer sonar.
Ay ojalá pudiera abrazarte en donde estés
y enredarme en tu árbol dejándote respirar.
Porque nunca quise asfixiarte.