El amor nos posee,
desde torres diametralmente opuestas.
Un triángulo de las bermudas del que es imposible rescatarse
porque es un número impar e imperfecto.
Autoprotegerse es acorazarse,
volverse fuerte porque antes se era más débil.
Una aflición que se manifiesta con la compulsión a la música
y a los acordes más fúnebres que mi guitarra puede hacer sonar.
Ay ojalá pudiera abrazarte en donde estés
y enredarme en tu árbol dejándote respirar.
Porque nunca quise asfixiarte.
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