tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

domingo, 23 de noviembre de 2014

Se tiembla cada vez que un Uno se le acerca a un Dos.
Se tiembla, también, cada vez que nos atraviesa un hálito inseguro de porvenires.
Temblamos cuando sentimos la posibilidad machacándose en nuestros rostros y cada vez que rompemos un espejo en mil pedazos. Si escucho un arpegio bien hecho, yo también tiemblo.
Si escribo, mis dedos tiemblan pero si canto mis pies me bailan. Sentada o en la cama, muevo la cabeza al ring rang.
Soy como aquel que hace los coros ahí en el fondo: ecos de mi propia vida. Cantos de otra historia y versos de un cuento que no es el mío. No te dejes condicionar por la música, o serás un ser también sensible a la plástica y al cine, al arte y al amor. Serás un ser que tiembla al abrazar a otro ser, alguien que busca una incógnita por develar, y serás por eso un hereje. Pero, sin embargo, en tus cabellos las trenzas se agigantan hacia abajo y se empalidecen desde arriba.
¿Por qué es tan necesario gozar?
A algunos radicales

El espíritu, la dignidad mundana,
el arribismo inteligente, la elegancia,
el traje a la inglesa y el chiste francés,
el juicio tanto más duro cuanto más liberal,
la sustitución de la razón por la piedad,
la vida como apuesta para perder como señores,
os han impedido saber quiénes sois:
conciencias siervas de la norma y del capital.

lunes, 17 de noviembre de 2014

No me disputes la hegemonía.

Un conflicto implícito,
frío,
no declarado,
pugna por apoderarse de mi quietud.
Yo me resisto y firmo tratados explícitos para evitar el impacto,
pero no hay caso,
es la inminencia de tu ataque
lo que me obliga a no pensar en otra cosa que en el rearme.
Estar preparada por si acaso, como en la guerra.
Estoy harta de ser vulnerable a tus misíles
yo también quiero arrinconarte con mis más poderosas armas de seducción.
Uno y uno son suficiente para pensar en una disputa,
 que de tu lado propone una transmutación del orden establecido que,
apenas me revoluciona,
me corta la cara develándome su preeminente faceta conservadora,
privándome de la posibilidad de continuar con la transformación
guillotinando y cercenando mi dulzura en un estallido nuclear.
Para vos es el fin, para mí es el inicio.
Llena de contradicciones esta guerra sucia.
Todos los habitantes de mi cuerpo piden a gritos que plante bandera blanca en tu tierra,
que me rinda,
porque ya perdí el rumbo hace tiempo y ya no sé a dónde es que vamos.
Me dicen que tu política no instauró otra cosa que una cadena de montaje en mi cerebro,
que sólo produce imágenes tuyas.
Una mecanización en mis anhelos
en pos de una mayor productividad en mi rendimiento sexual,
al cual no disfrutás, al cual te empeñás en vender al mejor postor.
Necia y estúpida tu negligencia mercantil,
masivos tus bienes de consumo que me descubren consumista si se trata de tu amor.
Y será porque en mi mercado, el laissez faire no es más que retórico
porque tu intervencionismo me amputa constantemente la libertad de emprender cosas nuevas.
No puedo elegir.
Tu régimen es casi una dictadura.

Verborragia mental.

El vacío estructural es aquello que sostiene lo que está por encima del vacío.
Es cuasi paradójico que pretendamos que algo no se caiga, si los cimientos están hechos a base de plumas. Y uno, a pesar de todo, lo intenta.
Lo fragmentario y lo superficial, lo frívolo y lo masivo, desconocen todo lo exceda al brillo de lo llamativo, a la impetuosidad del ahora. Es la imposibilidad de un futuro seguro lo que hace que amemos a la exaltación de la novedad. La respectiva curiosidad, que tan poco tiene de natural, es lo artificial que cobija cada uno de nuestros poros y nos hunde en un mar de inciertos.
Te sonríe y detrás de esa sonrisa hay millones de no-dichos, de silencios oscuros que carecen de pragmatismo. Silencios que están y uno no sabe por qué. Silencios no-funcionales que ocupan espacio inútilmente.
Asociar el vacío a la nada es un lugar común. Lo difícil es saber cómo es que en el vacío pueden caber tantas cosas amorfas e indescriptiblemente pesadas hasta el punto de que tal contradicción nos hace dudar constantemente de su existencia. Dudamos de ellas por incorpóreas. No las visualizamos y damos por sentado que deben ser producto de nuestra neurosis.
¿Pero cómo construye su realidad un ciego, un sordo?
En el hueco virtual se esconde lo que se refugia en lo más profundo y recóndito del ser: es la nada, otra vez, que no se corresponde con ningún término de nuestro lenguaje desidencial.
La nada es el impulso que nos convoca cada día a hacer un esfuerzo por descifrar lo indescifrable. Es un acertijo permanente, cuya solución no encontramos en el reverso del juego de un crucigrama. Tal vez la nada sea lo propio, tal vez nosotros no seamos nada y tal vez, por eso mismo, sólo podamos ponerle etiquetas y nombres a lo ajeno, a lo otro. La necesidad de amalgamar lo más disímil en un mismo concepto, como cuando guardamos en un tapper muchos restos inconexos de sobras de comida.
Siempre marcando una distancia insoslayable entre el nosotros y el ellos: una segunda persona del plural que se separa, a partir de una brecha dimensionalmente inconcebible, de la tercera persona del plural. Tan cerca y tan lejos simultáneamente la segunda y la tercera ¡Las personas sí que son paradójicas!
Es que el otro es el único parámetro posible, lo único real, porque lo otro es lo que se percibe, es lo tangible y lo absoluto, aquello a lo que puedo ponerle un límite. El otro es una especie de valor aproximado trazado desde un parámetro unilateral: el mío.
Será que no es otra cosa que el debilitamiento de la certeza lo que nos lleva a buscar en lo otro lo que dudamos de que exista en lo propio. La lucha por compartir algo que no es nuestro. Porque el concepto de propiedad no puede manifestarse si no es en lo otro. Por eso es que la diferencia se erige sólo si hay un otro del cual diferenciarse porque yo soy mía, y no hay cárcel por fuera de mi cuerpo. Y todo lo que me supera no es otra cosa que libertad ¿Es el otro, entonces, libertad?
Cuando se llega a un estado de cosas semejante, el límite se torna difuso, híbrido; y la verborragia del pensamiento no hace más que acelerar el proceso catárquico de la desesperación parida con el único afán de hallar una respuesta.

viernes, 7 de noviembre de 2014




Un auto y un carril.
Y cinco minutos después, el mismo auto atravesando el mismo carril. Otra vez.
Pero ni un hombre se zambulle en el mismo río dos veces, ni un auto vuelve por el mismo carril. Al menos no de la misma forma.
La situación es la misma, la circunstancia no.
Lo que regresa no vuelve del mismo modo. Si vuelve, lo hace siempre diferente.
Original y perturbador el regreso.
Igual a sí mismo y, a su vez, tan desemejante, tan no-él.
Tan inflado de expectativa, tan gordo que no cabe en la realidad.
Y en el hueco del tiempo, una película en la que no transcurre nada, o en la que transcurre todo. Descifrar para comprender qué es el cotidiano, qué es eso que une a todos los hombres y los hace parte de una misma especie. Lo que anula las particularidades, lo que homogeneiza, eso es la angustia: el factor común. La vida misma.

domingo, 2 de noviembre de 2014

No sé por qué no te animas a despegar.

El amor es un vínculo azaroso, es una cadena de sucesiones que se superponen en eslabones no lineales.
El amor es el ejercicio cotidiano por descifrar lo que raras veces sucede en la vida. El amor es la capacidad de perpetuar lo efímero, de conservar lo que es en apariencia perecedero.
El amor es una gama de interpretaciones disímiles, porque al amor se lo entiende sólo cuando se lo mira en retrospectiva.
En el ahora, la perspectiva se pierde, se confunde.
En el ahora, el amor abandona su racionalidad y escapa a la lógica de lo cognocible.
El amor no se disipa en el verbo gerundio, en el 'te estoy amando'
Al amor se lo entiende desde el propio lenguaje, solo en la propia distancia.
El amor es bruma y claridad, no sabe de lejanías o cercanías.
Tal vez el amor sea simplemente estar.
El amor no es fácil, es un juego cuya regla fundamental es la de perseverar aun cuando las cartas no parecen estar dispuestas a favor. Y si es un juego, en el amor se pierde o se gana.
El amor es la llegada, no el punto de partida.
El amor es como una casa porque se construye: tiene sus cimientos.
El amor es suicidio y en el suicidio está el nacimiento del amor. Lo que germina es orgullo y altruismo, es quererme y es quererte a la vez. Por eso el amor es simultáneo.
El amor son dos y tres, y cuatro y cinco. El amor es un círculo de infinitos puntos.
Multiforme, el amor.
El amor es táctica y estrategia, dijo Benedetti.
Es superación cuando se es capaz de dejar de lado la vanidad, aunque lleve su tiempo... Por eso el amor es un proceso, es una ecuación a despejar. Pero el amor no es una fórmula matemática.
El amor es una ciencia no demostrativa. El amor es una ciencia inductiva que se infiere a partir de sus supuestos, arribando así a una generalidad a la que hay que falsar continuamente. El amor es el esfuerzo de poner a prueba, empíricamente, aquello que en su origen es pura conjetura.
El amor tiene sus premisas en lo particular, pero sus axiomas se ubican en lo universal.
El amor es omnipresente, se lo aprecia en sus infinitas configuraciones y en sus manifestaciones más capilares. El amor es microfísico: lo reproducimos en un gesto, en una miga de pan.
El amor es ying, el amor es yang, es la perfecta unión de los opuestos. Es hacer que dos piezas informes encastren sin más sentido que el de encastrar. El amor es abrazarse y permanecer en la quietud, cuando nada pasa, y todo pasa. El amor es entonces Ser. Es la manera que tiene el hombre de abstraerse de la esfera temporal, es el único medio para sentirse eterno.
El amor es escribir poemas que nadie lee, es la capacidad de mantener vivo lo que parece estar muerto.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Al café le falta la leche,
a la galletita el dulce,
a la literatura le faltan mis días,
al peso los cinco.

Días que son tránsito puro,
días que sobran pensamientos
días a los que les falta la paz.
Noches que son puertas entreabiertas
que no animan a cerrarse
ni a desprenderse del cielo,
como cometas a medio remontar.

El medio.
Y después
el miedo,
seguido de un silencio primordial.

Y los caminos a medio surcar por caminantes que dubitan seguir andandolo
se bifurcan en lo pantanoso del abismo,
en el vacío que se llena de cigarrillos que se consumen intermitentemente.

Mientras tanto, desperdigar entusiasmo
como si fuera una cucharada de azúcar que se disuelve paulatinamente.
Creyendo que la juventud es eterna
desperdigando, otra vez,
muchas cucharadas de entusiasmo.

Tal vez solo se trate de eso, de la falta, de llenar lugares vacíos.
Tal vez se trate más del como que del por qué.