tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

miércoles, 13 de julio de 2016

Vómito.

Pilas y pilas de letras se tropiezan del precipicio de la cuchara y se ahogan en la sopa,
se suicidan y caen lentamente, bailando, escurridizas,
 hundiéndose en las profundidades vegetales.
Un monstruo de dientes podridos, abre su boca,
y la boca es el túnel por el que ingresan las letras aunándose en palabras
y las palabras son tragadas por el monstruo de buche cobarde
y de apetito insaciable.
Las letras gimen y pinchan,
pellizcan y se anclan en su esófago, exigiendo ser escupidas
queriendo volver a desligarse de las palabras
pero la bestia infame no cede, las mastica como un rumiante y las deposita en su quinto estómago.

Y las letras y las palabras son densas, de pesada consistencia
y el hombre que es también animal, las ingiere con cubierto pero con el corazón tapado
y no puede digerirlas, no
porque aunque las palabras se desgranen y pierdan peso
siguen obstruyendo su respiración
y el hombre-animal se atora con las atascadas,
ahora le cuesta vivir,
y las palabras no pueden navegar y pierden su rumbo

y sin embargo, vuelven, siempre, de otra forma
esta vez, no hay agua alguna que descongestione el embotellamiento.

El pájaro abre sus alas y se posa de flor en flor,
intermitente,
va surcando las nubes y aterrizando en cada algodón.
Buscando cobijo, como anhelando la suavidad de la compañía.

El pájaro no entiende lo que significa para la humanidad el concepto de tiempo
para el pájaro lo eterno es su vida
y su vida son sus alas, su vuelo
y su vida es su tiempo
El pájaro no sabe de bienes ni de males, el pájaro está más allá      
El pájaro actúa y con fuerza se alza y grita contra lo estéril mundano.
Se escapa lanzando un grito a través de la celda de su cuerpo, el pájaro está más allá.

 En cada recorrido aligera su equipaje, se vuelve más dócil
aunque siempre indomesticable            
porque si una nube intenta amarrarlo, el pájaro la picotea y la nube se rompe en llanto.
Y si el pájaro se cansa del perfume de la flor, aletea y se vuelca a un paraíso diferente.
El pájaro vive en múltiples simultaneidades
y aun así, desfasado, aletea en sincronía al tiempo astronómico y gris
su tiempo es cromo imperceptible que se desvanece sin una luz encendida,
porque el pájaro no ve ni puede ver que entre el gris y el color hay una escala de valores.

El pájaro comprende que en algún lugar una mano le ofrece permanencia,
y titubeante e insegura, la mano intenta apresarlo,
lo agarra y el pájaro experimenta una especie de ahogo
pero la mano recorre sus plumas y consiente su libertad
y la mano se abre
y el pájaro vuela sin dueños,
alto, muy alto
y la mano lo espera sin aprisionarlo
quieta en el centro del abismo del cielo ancho
para que el pájaro vuele
para que el pájaro vuelva
a posarse sobre ella

la mano de néctar, condensa la suavidad de la nube,
la dulzura de una flor y la libertad del vuelo
y sólo entonces
el pájaro vuelve.

domingo, 3 de julio de 2016

Escribió con un gemido un nuevo capítulo de la historia. Porque una historia está hecha de capítulos y de pétalos que se deshojan como páginas amarillas.
Hay pétalos que quedan ahí, a medio desgranar, hay también historias conclusas, las hay inacabadas. Hay historias de formas y colores, como flores y pescadores.
La nuestra, es una historia de danza excelsa que se baila con pollera corta y mirada desnuda,
con el cuerpo equidistante que se aúna en la circunferencia que acompaña al otro.
Es un abrazo reiterado, de seducción colérica-contenida.
En ese abrazo se materializaron palabras prehistóricas.
Con un pacto, proponemos dar vuelta el mundo, enmudecer al corazón.
No puedo dejar que terminen así las cosas, pienso.
Jugamos a no lastimarlos, terminamos por lastimarnos?
Parecías un moralista innato, yo parecía demasiado altruista.
Capítulos de un libro inacabado,
no se le pone punto final a una historia que todavía no empezó.
No hay mirada más reveladora que la que cobija la calidez de dos cuerpos entrelazados
conocerse de toda la vida
o conocerse en una noche, salteándose toda la vida
es conocerse en un instante haciéndolo durar toda la vida.
Así estamos: uno frente al otro,
cebándonos mate, diciéndonos cosas que callamos y que no debimos haber callado nunca.
En el tacto, que es también supervivencia,
nos encontramos anclados sin querer supeditarnos a una inmoralidad.
Morir a los ojos de los demás, o morir por dentro en la agonía de un amor indeterminado.
Es como la generación de amor espontánea, la que siempre estuvo esperando las condiciones que le permitieran crearse de repente, de la ¿nada?