tinta y pluma pa volar

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viernes, 6 de junio de 2014

Sonreir
porque la sonrisa es como un don,
que lleva la obligación de darla,
recibirla
y devolverla.
Se da teóricamente de manera voluntaria, pero su devolución es vista de forma más o menos obligatoria
hasta como un derecho,
o, en caso contrario, el que la emite quedará en posición asimétrica al que la recibe,
quedando este último en un status inferior.
Dar una sonrisa, es también comprender que UNO no hace a la vida,
sino que la vida, las fuerzas del mundo lo hacen a UNO.
Y espero nunca perder de vista eso que me enamora de la historia
que es el orden de lo aleatorio, del acontecimiento, de lo espontáneo
de esa antireminiscencia casi aristotélica que ve a las consecuencias como partes de un fin necesario que las conduce. Porque lo casual, lo no planeado es también parte de una filosofía más amplia y menos iluminista, no todo tiende a un fin, hay cosas que no son completamente inteligibles. No podemos captarlo todo. Hay cosas que se nos escapan por ser, justamente, irracionales y nuestros sentidos son demasiado imperfectos y subjetivos como para captar lo inmutable. Es inútil encerrarse en uno mismo, replegarse en el interior, porque la luz está afuera del túnel y nuestro cuerpo es un túnel diáfano que sólo deja pasar la luz si otros pueden ver esa transparencia.
El otro y el yo, tejiendo una  gran telaraña
en la que siempre y constantemente está vigente el ruido de la existencia.

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