tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

viernes, 15 de junio de 2012

Desde la altura, todo se ve mejor.
Es como si el vértigo desapareciese a mayor distancia. ¿Vértigo de qué? De la gente y sus relojes, de nada en particular, pero de todo a la vez. Siempre quise ponerle pausa a la película de mi vida, por eso, hace tiempo admiro a la gente que tiene esa capacidad. Vivo corriendo de sombras que ni siquiera me persiguen. Miro hacia atrás y vislumbro sobre mis hombros la aguja exacta del minutero. Trato de escaparle, pero sin éxito, aunque a consciencia. Entonces me detengo, creyendo enderezar el tronco torcido de mi árbol y súbitamente tambaleo de nuevo. Otra vez todas las decisiones que tomé se vuelcan sobre la alfombra de la cuestionabilidad y todo se vuelve dudoso, inconsistente, volátil. Víctima de la ambigüedad, reanudo mi rumbo, aunque no tan segura de mis pasos. La calle se vacía poco a poco, al menos la gente no me molesta, es ahora la ciudad misma la que me molesta. Ella, y todas sus estructuras; su falta de verde, su ruido de máquinas incesantemente en marcha. Desde algún edificio me saca la lengua y se prepara y, finalmente me devora. Me apresa con ahínco y tenacidad- No consigo salir de sus entrañas, a pesar de mi persistencia, por el contrario me siento cada vez más dentro suyo y el regreso es cada vez más lejano.

lunes, 4 de junio de 2012

Junio. Mes número 6.
Si consideramos que un año tiene 12 meses, estamos técnicamente en la mitad.

Al final, era cierta la frase que dice que después de los 15 la vida se te vuela..
¡Mierda, la vida se está pasando muy rápido!

sábado, 2 de junio de 2012

Desde chiquita supe bien quién era y cómo se llamaba, aunque nunca me sentí perteneciente a su mundo.. Me dio siempre la impresión de que eramos incompatibles; que ella era sólo para algunos pocos y selectos hombres que tuvieran un don en sus manos. No para mí.
Pero desde que me la presentaron, irrumpió entre nosotras una especie de química especial. Y hace varios meses ya, que nos estamos conociendo. Que nos quedamos a solas en la habitación en completa oscuridad a no ser por las cuatro o cinco llamitas de vela que le dan luz a las melodías que fusionamos.
Un poquito más, día tras día, congenio mis dedos que se amoldan a su cintura brillante, recorren sus curvas exuberantes con el reiterativo miedo de quebrarla.
Me enseñaron a acariciarla, a tocarla. Tácticas que ni imaginaba y técnicas que requieren que no arañe como una fiera cada una de sus cuerdas. Hoy puedo entender lo maravilloso que puede ser el primer instrumento.
Para mi gran amor: mi guitarra.