Es la nostalgia lígubre del domingo o tal vez sea el mate amargo,
no disipo la bruma pero tengo sólo una certeza
la de que estos días son para quedarse adentro
entre el equilibrio del frío interno y del calor exterior.
Temperatura color que se satura de versos,
prosas y cuerpos hilándose en el intento de tejer el mismo abrigo.
¿Por qué vuelvo a escribir, ahora
en este preciso instante?
¿Por qué vuelvo a escribirme en el suspiro de un amor y entre otro acorde menor?
No lo sé.
Silencio.
En el fondo se escucha el tren que parte hacia la tarde anaranjada
y ella se dibuja a lo lejos en un papel roto,
añeja, oxidada, como una muñequita de trapo.
En el andén se visualiza el adiós,
y en el confín, el disfraz que me ocultaba
también se fue,
y yo me quedé acá
desnuda,
en el centro de la flor
mirándome al espejo
y silbando de reojo
por si te encuentro en el otro reflejo.
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