tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

domingo, 29 de marzo de 2015

La deformación diurna le sigue a la secuencia nocturna,
como dos y dos son cuatro,
como el siete sigue al seis,
y sucediéndose a sí mismo
el pájaro abre sus alas
y en un esbozo circular sorprende majestuoso en el vuelo rapaz.
Espejismo de distancias, en el epicentro mismo de su vida
está alto, muy alto,
y pienso
que el pájaro parece otra cosa
que el pájaro no es pájaro si no vuela en bandada
y sin embargo, así, todo solitario
me recuerda algo más,
la sombra de un monstruo
o el vaticinio imperfecto de la virtud que se aleja en el cielo.
Yo, desde acá abajo, puedo ver el reflejo de su corrupción,
su individualidad primando por sobre lo grupal,
mientras que el ruido y la inocencia se compaginan en disformes espacios
pero sin florecer jamás
ni en la tierra ni en el cielo,
ni con uno ni con todos.
El pájaro es hoy una calamidad que simboliza aquello que no sale,
es síntoma de lo que permanece adentro

lo que no se dice
(lo que no decís)
está
(como siempre)
invisible
(y adentro)
Por eso el pájaro se va solo.

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