tinta y pluma pa volar

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jueves, 25 de septiembre de 2014

Luisa

Hubo un corto tiempo en el que Luisa despegó sus pies de la tierra para adentrarse al cielo. En un lapso de 5 años se volcó al cultivo de sus artes liberales, todo lo que ella había sido, o mejor, todo lo que ella había creído ser, se le había escapado de las manos en un microsegundo.
El realismo práctico se había apoderado de ella, la había moldeado a su forma dejándola rígida, casi sin movimiento. Y Luisa ahora volaba. Como nunca antes lo había hecho se había arrojado a la travesía de la belleza más pura que se refugiaba en las nubes. Tan pronto quiso abrir el paracaídas el botón le falló y quedó suspendida por un breve intervalo en la inmensidad de la ruina. ¿Qué voy a hacer ahora? pensó. Ahora que soy un poco más consciente reúno mi vida entera en un globo.
Lo único que se le ocurrió fue encomendarse a todos los seres divinos en los que nunca creyó, recitar todas esas plegarias que sin saberlo ya sabía de memoria desde antes de morir. Respiró hondo, trató de tranquilizarse pero fue inútil. Dióse cuenta de que su sentido de la realidad era tan aritmético, tan cuadrado y perpendicular que, por un momento, no creyó en lo que estaba sucediendo. El sentido de su existencia había sido hasta entonces exacto, simétrico. El mismísimo equilibrio de la racionalidad encarnado en sus huesos, hecho carne. Toda su vida el corazón encerrado en un sótano, relegado a un sinfin de nulidades que se acumulaban una encima de otra porque no hay ni hubo espacio para el amor en el hall de su casa. Así fue que Luisa mandó a guardar a todos y cada uno de sus sentimientos al recinto más alejado de su vista, para no pensarlo, para que se fuera a llenar de polvo junto a todas esas posibilidades abstractas. No, ella había querido siempre ser una mujer honorable y respetable, había seguido canónicamente el deseo de los demás, porque volar siempre le estuvo prohibido, no estaba consentido en su mundo y por ende, ese lapso no era más que una parte aun no experimentada de su representación cuasi real.
Pero como ustedes podrán imaginarse, cuando el paracaídas se abrió, ya era tarde para Luisa.

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