tinta y pluma pa volar

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viernes, 21 de febrero de 2014

¿Qué color tienen las despedidas?
Hay despedidas que son, más bien, confluencias oxidadas
que escamotean las idas y venidas,
que desafían lo disuelto.
Hay despedidas tan poderosas
que se dan como un súbito reencuentro
que flagela el paso del tiempo
y se disputan recónditos kilómetros.
Hay despedidas que separan,
hay despedidas que comulgan
a los inmunes, al espacio de la vida.
Las despedidas nunca nos abandonan, las despedidas son hechas para quedarse.
Las despedidas son fieles y compañeras,
son constitutivas del todo ser que añore libertad,
como un recuerdo aflorando a medianoche
como el calor de una ceniza caída en el lugar incorrecto.
Despedidas las hay de todas las formas,
de las que se procesan añejas y resurgen joviales como un rostro sin arrugas.
Hay despedidas que tienen un tinte de sonrisa
despedidas que tiene el color de un lago que se marchitó en una sequía como una flor ahogada.
¿Pero qué viene después de la despedida?
¿Qué se hace con alguien que se va físicamente pero que se queda arraigado como si nunca hubiese visto el horizonte final?
¿Qué se hace con la hojita cuando se pierde la raíz?
Es necesario despedirse de una despedida,
es necesario que la hojita quede a la deriva,
pero eso es un duelo que nada tiene que ver con el que se va.
Es más bien un ritual que hace el que se queda,
solo, sin raíces.

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