tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

domingo, 23 de febrero de 2014


Contradicciones numéricamente imperfectas, pueblan los espíritus. Colonizan con su afán de reinas, se imponen soberanas, infinitas, penetrando en las neuronas, estallando en el rincón izquierdo del encéfalo.
Pero la normalidad no es normalidad sino por su antítesis antinatural, es la contradicción que implican los opuestos: la existencia del complemento. Eso es lo anormal. Lo anormal es estar en el medio, en lo siniestro del vacío que produce la mitad, el no saber qué camino tomar. Pero es lógico que cuando hay una esencia, como el día, el amor, la seguridad, también ha de existir el odio, la noche y la incertidumbre. Opuestos suplementarios: contradictorios sistemas dicotómicos que nos enajenan de la presunta fluidez hegemónica del ser y del hombre. ¿Puedo, debo? Nos preguntamos tímidamente para nuestros adentros. Las contradicciones nunca callan, nunca se silencian aunque finalmente se disuelvan como la miel en el té. Arman las valijas, nos montan una ficción en la cual parece que se van, pero en realidad se convierten en contradicciones pendientes que son tanto aun más grandes que sus anteriores. Y en el intento de camuflarse en respuestas inconclusas, van reapareciendo luego, como peces en el mar, con mayor fervor y tenacidad. Las contradicciones solo nos dan pequeñas treguas. Juegan a dejarnos en paz por lapsos efímeros que parecen eternos. Y uno termina contradiciéndose a si mismo, porque si es efímero, entonces no es eterno, y es así como uno va perdiendo el control de su vida, dejando ir y dejando volar cuando en verdad, desea retener, acumular, preguntar.
¿En cual de mis bolsillos he de guardarme todas estas contradicciones?

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