El ambicioso mundo se ilumina a medianoche,
con sus pocas luces y farolas que se copan de insectos;
cuando los hombres de traje duermen y los cobardes se refugian,
cuando el Sol se va a hacerle el amor a alguna nube,
cuando la Luna sale a hacerse cargo de la oscuridad.
El ambicioso mundo pierde su encanto
cuando las horas se marchan vacías,
cuando me lleno de indecisión;
y yo trato de captar ese aglutinamiento de emociones
reteniéndolo en la etenidad y retratándolo en los mosquitos
sencillamente, porque es tan urbano.
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