tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

lunes, 17 de febrero de 2014

Toda la vida tiene música.

La belleza, el insomnio y una premonición se condensaron en un té clásico. Y aunque no era el té de las cinco, me quemé por tomarlo apurada. Date tu tiempo, me dije, revolvé la cucharita despacio y que el azúcar no se te suba tan pronto a la cabeza, porque una vez que uno se quema la lengua, las papilas se vuelven toscas y reacias al siguiente sabor -¿Te gusta mi elemento?- Te pregunté mil veces con los ojitos, pestañeándote con dulzura. Pero vos estabas en AM y yo en FM. Y no hubo ninguna parabólica que te hiciera captar esa señal. Sintonías que se desencuentran, maldije y salí a tomar el aire no-puro de la ciudad a la terraza, desde la que no tengo la vista que siempre soñé, sino unos míseros edificios que son reflejo de la ciudad cosmopolita en la que habitamos, pero desde la cual, de vez en cuando me protejo del sol del mediodía. Entonces salí a tomar aire impuro y no encontré ni eso, sólo hallé una eléctrica tensión y palabras bajo la alfombra que se escondían allí, refugiadas, desde hacía casi dos meses.
Dos meses, es mucho tiempo. Pero es poco tiempo para olvidarse de una charla, de un momento, de una noche, de una risa, de una persona. En dos meses se pueden hacer muchas cosas, como viajar.
Supe que viajar es la mejor forma de poner a prueba un sentimiento, porque hay sentimientos que no son genuinos, simplemente porque la ciudad casi nunca engendra amores genuinos. La ciudad engendra amores enfermos, de los cuales es mejor desconfiar y para eso, nada mejor que viajar para comprobarlos. Algo así como un test de admisión. El punto es que me fui con la mochila y tu foto plasmada en el portafolio, cosa de verte hecho estampita cada vez que cruzara de frontera. No es que no confíe en mi corazón, es sólo que tengo tantas células y días de tan distintos colores, que todas juntas manifiestan a cacerolazos que no me falte la variedad. Por eso cuando un día como una manzana, al otro día trato de comer una banana, porque no me gusta repetir de fruta, y tampoco me gusta repetir a las personas, hoy es Carlos y mañana es Roberto. Muchas veces me pregunté si mi actitud heterodoxa no les molestaría a las personas de turno que me acompañaban, pero nunca hizo falta decirlo. Porque al final... uno dice, pero cuando hace lo que dice, tiene ganas de hacer algo distinto a lo que dice. Indecisión, promiscuidad, bajo autoestima, desenfreno animal? ¡A quién le importa el sustantivo! Es siempre la misma porquería o la misma hermosura, depende de si toma la palabra Carlos o hablo yo. Claro, desde ángulos distintos, el enfoque es, naturalmente, distinto.
A veces trato de imaginarte inverso en mi retina, como en una cámara oscura, y hago el esfuerzo, pero no logro verte dado vuelta. Seré demasiado derecha para darte un revés.

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