Los mares crecen y no es por el deshielo de los glaciares, ni todo lo que publican los diarios y las noticias sobre el calentamiento global. Eso no es más que una ficción, la realidad es que crecen porque las lágrimas de los miles de millones de habitantes lo acrecientan y llegan a él con flujo constante.
Hace frío y la utopía se congela.
Uno mismo se paraliza en el centro del Universo, sórdido y cruel que se disipa desde cualquier rincón de cualquier ciudad.
Yo soy parte de esa multidad.
Todavía arrastro conmigo la tristeza de un ángel perdido, de un padre ausente y una madre abstraída
¿Acaso el saber es poder, y el poder es dinero? ¿Acaso en este siglo XXI los valores éticos y morales son reemplazos por aquellos económicos, adquisitivos y ostentosos?
Quizás sea por esta dicotomía que no me hallo en el presente, y que me remonto a la Historia y al pasado, al cual me arraigo con fortaleza, porque no soy de este tiempo. No comparto estos valores.
Vale más un mimo, una frase sincera, que la estética y la apariencia.
A lo mejor, vos tampoco sos tan fuerte como parecés,
a lo mejor tus flagelos aparecen en las penunmbras quejumbrosas de la noche y es ahí cuando debo interceptarte.
Nos une la sangre, nos unen los genes. Irremediablemente la suerte existe y el azar nos dio a la una con la otra.
Uno se cansa de correr.
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