tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

lunes, 3 de junio de 2013

Lunes, otra vez.

Es más fácil enojarse con un nombre, con un rostro, con una persona antes que con una circunstancia.
Es más fácil ir por la vida señalando con el dedo y encontrando al responsable de todo lo que nos acontece.
Es muy difícil culpar a la vida en sí, a una circunstancia, o a un golpe de desgracia que no podemos conceptualizar racionalmente, al que no podemos tocar, ni ver. Sencillamente porque ninguno de ellos tiene ojos para mirarnos, boca para contestarnos ni un corazón al cual herir.

Sí... es más fácil. Siempre lo supe.
Por eso mismo reniego ante mi terquedad de saber muy bien la teoría y fracasar en la práctica, 

y blasfemo hacia los 4 puntos cardinales a esa maldita circunstancia, que se repite cíclica como un almanaque en el mes de junio. 
Esa circunstancia injusta que me dota de indiferencia al hablar, esa circunstancia que me quema profundamente hasta el punto de no saber cuál es el matafuegos propicio para mitigar el incendio. Es una especie de veneno que marchita a las flores de nuestra querencia. 
Un incendio que arde enfáticamente, en mis venas, en mi mente. Mente que se mueve, de aquí para allá, de arriba hacia abajo. Mente que realiza conjeturas, hipótesis derivadas, pero que no llega a dilucidar el por qué de ese núcleo central.
Tenía razón Popper cuando sostenía que sólo se llega a la verdad mediante ensayo y error.

Siempre supe que era propio de la teleología tejer este tipo de marañas, y como aún los olmos no entregan peras, hoy, y como siempre, se trata de una circunstancia amorosa.
Las noches en las que el sueño se resiste a aparecer, me pregunto con frecuencia si no debí haber sido Eros en la antigua vida greca, mitológica y fantástica, de dioses y coléricas hazañas.
Pero en las noches en las que sí duermo, despierto con la certeza de que toda mi vida puede trazarse como un gráfico estadístico. Lineal y curvo a la vez, con altas y bajas, pero en el que siempre se podrá disipar un patrón común que constituya una poco endeble anomalía que se empeña en no ser solucionada. 

Un enigma que persiste a través de los años. 
Y quien conóceme, sabe que todo este tiempo mantuve firme el paradigma y la política ética, a pesar de su ineficacia e inconsistencia. Juro y vuelvo a jurar, que éste paradigma fue mantenido con constancia y vehemencia. Porque si de algo no se me puede culpar es de la fornida lucha ejercida ante la incipiente revolución.
Revolución que ya está delante de mis narices y aunque se me acuse de versátil, irresoluta e inconsecuente, nada más puedo hacer yo para evitarla. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario