tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

jueves, 23 de mayo de 2013

Un punto de inflexión.

Le quitaron el paraguas, y aprendió a caminar tupida bajo la lluvia.
Las gotas, tibias, caían sobre su piel. 

Sobre sus brazos aterciopelados, sobre su torso desnudo.

No tuvo miedo.
Por el contrario, se sintió inmune a los peligros de andar acompañada sólo por su sombra en la gris ciudad.
Con una ráfaga de ímpetu aceleró su paso inestable. Y siguió por la misma acera.
No cruzó de vereda porque sintió que eso sería reconocer la inminencia de la turbia soledad.
Ya eran más de las 12 e imaginó a todos los hombres del barrio durmiendo arropados en un lecho cálido y matrimonial. - Qué conformismo estúpido- pensó.
La búsqueda nunca caducaría mientras en su pobre completud de mujer insatisfecha hallara un sesgo de voluntad para continuarla.
Jamás echaría raíces, pues ni ella ni su imprudente orgullo se lo permitirían.

No obstante, decidió que sería un día lleno de luz, aunque el sol no se dejase percibir.
Decidió que simplemente se entregaría a la volatidad del tiempo 

aunque sin ser consciente a diario de sus consecuencias.
Decidió que en su almanaque era ya el momento de dar vuelta la página.

Es por mí por quien doblan las campanas... Y n
o en vano he sufrido mil inviernos a la deriva de un ancla que me estribe eternamente, se dijo con una pizca de voz endeble.
Pensó en caminar con otras sombras... 
pero a fin de cuentas supo que seguiría siendo su propia sombra la primacía de su compañía.  

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