tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

domingo, 12 de mayo de 2013

De aquel sorbo sólo me quedó un sabor amargo.
El sorbo era tan fuerte que se arraigó en cada una de mis células, fundiéndose con mi sangre y siendo ahora azúcar para mi organismo.
Azúcar potencial y propicia para la holgura de mis creaciones.
Ese maldito azúcar que da rienda suelta a mis pasiones.
Azúcar sátiro, azúcar piadoso.
Llamémoslo sólo azúcar.
Y de repente un hombre irrumpe contra las paredes de porcelana de mi taza-casa, las toma arbitrariamente. Descortés y sin permiso alguno. Un hombre cuyo rostro no logro reconocer.
Toma una cucharita 
¡Una maldita cucharita para un azúcar maldito!
Y yo, que estoy en el fondo, a la izquierda y a la derecha de la taza, sólo puedo tratar de quemarle la lengua con mi agua hervida.
Pura y exclusivamente como acto de venganza, lo que cualquier intelectual podría llamar una acción social afectiva.
Y yo veo los labios de ese humano que me es tan desagradable lamiendo líbidamente a la maldita cucharita y  que bosqueja una carcajada dejándola del lado de la servilleta de seda. Toma el platito, toma la taza y ¡glup!
Yo, ya soy un sorbo engullido por un hombre empedernido en saciar su sed. 

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