El medio es el transporte, y el fin es la línea de llegada.
Cuando no hay combustible el coche se traba, no avanza.
El zapato se estanca y empieza a girar con la rueda.
Si supieras que bastaría con desatarle los cordones para liberar esa tensión.
Si supieras que a veces, simplemente, no hay superación dialéctica,
sino tan solo opuestos incompatibles que no conjugan los verbos de forma adecuada.
No podemos construir ni una sola oración aceptable.
Pero si la oración se logra, ahora es incoherente.
Ya no tiene sentido, las cosas han cambiado un poco.
Ya pasó el tiempo en el que esas palabras eran necesarias, ahora, sólo dos sílabas: so-bran.
Ahora, sí, ahora, quiero escribir algo nuevo,
quiero agarrar los lápices y pintar con colores,
enchastrarme las manos, la cara,
maquillarme de alegría.
Los labios rojos sedientos de amor.
La piel morena como si fuera propiedad del sol.
Hoy ya no soy yo,
hoy ya no sos vos.
Lo maquiavélico es siniestro y es perverso,
tu aura inicua se despidió con un beso flotando
y yo no te espero.
Mi cuerpo no te espera,
mis ojos no te esperan.
Por el contrario, mis ojos quieren jugar desafiando la juventud:
miran y se posan sobre los ojos de otros,
se aferran a las pupilas azules de un nuevo transporte
y se posterga el fin y no se llega nunca a la línea fatal.
Ahora, sí, ahora, el elemento inhóspito se abre de par en par para no caer en el reduccionismo binario.
No hay sólo dos posibilidades.
Entre el SI y el NO, hay una amplia gama de matices que coquetean entre lo híbrido y lo indefinido.
Es como un punto y coma,
es un hasta luego.
Sabemos que es incierto,
que puede que sí
pero
que
también
puede que no.
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