tinta y pluma pa volar

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domingo, 7 de septiembre de 2014

Tela de juicio

El relativismo de la tibieza no es otra cosa que la imprudencia hecha dogma, estandarizada, oficializada. La duda como piedra de toque de todo el sistema.
No hay seguridad con los sentidos, solo habitamos una tierra plagada de subjetividades, de 'quizás', de porcentajes... una tierra que desborda en posibilidades y aproximaciones. Con las percepciones, con los ethos que se construyen y deconstruyen, no tenemos más que eso: parcialidades.

¿Dónde está la verdad?

La ropa que vestimos, la música que escuchamos, la forma en que nos expresamos, los alimentos que consumimos, los estereotipos que utilizamos para comunicarnos ¿hablan de nosotros? Yo creo que, en realidad, nosotros hablamos con ellos; los utilizamos como un canal.
Suelo creer que existe un diálogo ininterrumpido entre las cosas que decimos y las cosas que 'en verdad' somos. Nosotros hablamos de ellos y ellos hablan de nosotros a partir del lenguaje simbólico. Un guiño y un gesto son interpretados por cada uno y, a su vez, ¡qué poco margen le damos a la libre expresión corporal! porque la cargamos de significados. Sabemos qué dar para recibir tal cosa. Encasillamos las cosas y no la dejamos ser.
También creo, de una manera muy foucaultiana, que los detalles microfísicos dicen más que lo macro. Pero también, los actos ausentes de palabras, los actos más silenciosos, dicen más que largas oraciones y palabras finamente premeditadas.

La nada es todo y el todo es la nada.

Será por eso que no me importa tu nombre,  poco me interesa conocer tu edad; simplemente porque eso no me dice nada, porque todas estas cosas vos no las elegiste. Esas cosas te suceden.
En cambio, tus elecciones me hablan más de vos que las informaciones clásicas que brindamos al conocernos y que puedo encontrar en cualquier documento.
Lo mágico es que uno suceda a las cosas y no ellas a uno.
Tal vez sea por eso (la incógnita hecha adverbio y encabezando nuestras vidas, otra vez) que lo irracional de lo humano es a veces más fuerte que todos los argumentos que se pueden esgrimir acompañando un 'no'
No importan los motivos si no los sentimos.
La negación del sentir: eso sí es ir contra-natura. Es casi un atentado contra uno mismo.

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