Existe un círculo radiante en el centro mismo de la tierra.
Es un hábitat donde podemos elegir
entre el arriba y el abajo,
entre estar solos y estar acompañados,
entre estar y tener
entre tener y ser.
Y en el centro mismo existe un color
y cada color es un símbolo,
un vehículo, un puente, una unión
entre dos formas disimiles de dialogar.
A los colores hay que escucharlos con un vaso en la pared,
espiarlos en su más íntimo detalle,
hacerlos añicos,
con un vaso, a partir de la tierra.
Cuando siento mis pies anclados, siento mi realidad de piedra,
la camino y me siento a mi
tan frágil que tengo que transformarme.
Te siento aquí, te camino allá, y te movés conmigo.
Te arrastro, cerrando los ojos, abriéndome paso a paso
entre el hueco que queda entre vos y yo.
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