Mis yemas se entrenan a cada frase, mis dedos se mueven a la par de mis pensamientos.
Es un baile entre las palabras y yo. Las miro fijo y las saco a bailar, y en esa danza nos trasladamos a la par. Como en un valls. Ella me toma por sorpresa y yo me dejo sorprender, le digo que sí moviendo la carita hacia un costado porque ya no existe lugar alguno para el recelo; ahora cada parte de mi encuentra su tonalidad exacta.
Así, la hechura me regocija en el espectro oscuro de mi ser, y en ese recoveco hay espacio para una grieta que segrega un entusiasta vigor. Me seduce y, finalmente, me persuade de seguirle el juego.
No es otra cosa que la vitalidad que expulsan mis manos cada día: transforma paralelamente mi forma de habitar el universo y yo lo transformo a él. Nos moldeamos mutuamente porque no soy otra cosa que el desarrollo de su propio movimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario