tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

viernes, 12 de septiembre de 2014

Donde no se lee.

Mi escribir es un acto profano, no está investido de fe ni de magia.
Perdí todo.
Todo lo perdí.
Como en un juego de palabras, perdí el hilo y me volví incoherente.
Perdí la consecuencia, perdí la razón y perdí el motivo.
Mi forma de escribir no es más que eso, una forma perdida entre tantas.
Ya no me siento especial, ¡hasta eso lo perdí!
Soy un cuerpo entre tantos, un alma en un cementerio de amor.
Una persona meditando en la vorágine.
Y la monotonía del día a día es el tedio que opera eficazmente junto a la falta de abrazo.
Es un resorte que me arrastra hacia abajo.

Mi nombre es un tinte oscuro: ya no la acompaña lo místico, lo magnífico y lo grandilocuente de la fe. Fe que también perdí mirándome al espejo. Tratando de decirle a mi sombra que vuelva, que no me deje ella también.
Y si me encuentro escribiendo esto, es porque creo fehacientemente que escribir es la fuerza de lo imposible. Escribir es la fuerza de lo absurdo, de querer recuperar en estrofas lo que perdí en el silencio de la realidad.

El corazón se me voló en la esquina una tarde de aire y junto al corazón, perdí el deseo.
Y ni a lo uno, ni a lo otro pude volver a encontrar.

Anhelar plasmar en palabras lo que a nadie le importa, con la ínfima esperanza de que a un alguien le importe.
Eso es, es eso.
Las palabras llegan empujadas por el afán del recuerdo, de la inmortalidad, las ansias de ser alguien, de ser alguien solo para mi.
Y es el egoísmo lo que otra vez me hizo perder.
Y yo lo único que quiero perder es a él.
Es como ser humo sin sonreir.
Evaporarse, quiero que todo se evapore.
Es como escribir y que la pluma no esté cargada de tinta.
Pero cada vez que escribo siento que es una especie de negación absoluta. Una especie de negación que me convence de que a medida que escupo palabras logro dejar de ser, y a su vez, sigo siendo.
No consigo librarme de mi carga, de mi peso.
Luchar contra lo imposible, desear lo imposible.
Eso genera arrugas y curvas en la espalda.
Tener la pesadumbre de la certeza del saber. La claridad de un sabio y la oscuridad de un ignorante, es bicolor, es simultáneamente blanco y negro.

Ser una vela empotrada en un portavela, iluminar efímeramente para consumirse súbitamente después.
Otra vez la inutilidad en su máximo exponente, la flor del esplendor hecha vacío.
Así es como se está pero no se está en ningún lado.
Así es como se transita este camino, haciendo cosas que a nadie le importan, o mejor aún, que solo a uno mismo le importan. Y tratamos de engañarnos. Pretendiendo al mismo tiempo escuchar sin ser escuchado. Hablar sin hablar.

Todos pero ninguno. Ninguno pero todos.

Con pero sin.

La sal con el azúcar es contradicción y esa contradicción es la nada.
Es, una vez más, vana y estúpida.

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