tinta y pluma pa volar

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lunes, 28 de julio de 2014

Uranio.

Las ondas capaces de horadar el camino son, tal vez, más fuertes que el torrente de un río.
El caudal fulminante de la onda empuja con su propio devenir y es así, inevitable y menesteroso.
Las ondas se intercalan con sequías miserables que desdichan nuestro parecer. Y se fragua la independencia, mi autonomía. La relación entre los componentes se vuelve importante, imperiosamente significante; a tal punto que logro perderme en la maraña de los otros. La línea que traza mi camino se ondula con las ondas. Rizos, rulos, bucles, infinito adormecer de una pizca de casualidad.
Porque el río sabe y es quieto, sabe cuando parar, sabe cuando hablar. El río simplemente sabe.
Y en el centro de sus manos, las venas como caminos, como personas, como ondas que se reúnen a bailotear entre la sangre. Torrente sanguíneo que desemboca, una vez más, en el río.

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