¿Es la sexualidad el lenguaje de lo que nos rodea?
Si es así ¿cuál es, entonces, el nexo entre la incapacidad de la superación de la inhibición individual y la obligación social que se imprime en nuestro pensamiento? ¿De dónde proviene el obstáculo que no logra superarse a pesar de la conciencia del origen del mecanismo?
La desnaturalización de lo social no contribuye sino a agudizar las contradicciones de la sociedad en la que vivimos. Pero ¿cómo llevar a la praxis una dinámica que es marginal?
No es posible superar una construcción hegemónica desde la minoría, y a su vez, cuan compleja es la tarea de socializar el conocimiento.
Es duro habitar un cuerpo que se haya inmerso en la antagonía prácticas-pensamientos.
Por otro lado, son admirables y derrochadores de pena los escasos valientes que se animan a ser coherentes en sus prácticas, porque no reciben otra cosa que la retribución de un exotismo social que los aleja de las masas irreflexivas.
Es menester cotidianizar lo extraño y extrañar lo cotidiano, y eso solo es posible a partir de una comunicación real entre las multitudes.
Qué triste es hallarse atrapado en las redes del orden, interviniendo en el mundo como una araña de ocho patas, que a medida que avanza, lo único que consigue es seguir tejiendo inconcientemente el lecho de reproducción de lo que nos aqueja y nos aliena como hombres y mujeres.
¡A otro el cuento de la libertad sexual!
No hay comentarios:
Publicar un comentario