tinta y pluma pa volar

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jueves, 17 de abril de 2014

¿Es la sexualidad el lenguaje de lo que nos rodea?
Si es así ¿cuál es, entonces, el nexo entre la incapacidad de la superación de la inhibición individual y la obligación social que se imprime en nuestro pensamiento? ¿De dónde proviene el obstáculo que no logra superarse a pesar de la conciencia del origen del mecanismo?
La desnaturalización de lo social no contribuye sino a agudizar las contradicciones de la sociedad en la que vivimos. Pero ¿cómo llevar a la praxis una dinámica que es marginal?
No es posible superar una construcción hegemónica desde la minoría, y a su vez, cuan compleja es la tarea de socializar el conocimiento.
Es duro habitar un cuerpo que se haya inmerso en la antagonía prácticas-pensamientos.
Por otro lado, son admirables y derrochadores de pena los escasos valientes que se animan a ser coherentes en sus prácticas, porque no reciben otra cosa que la retribución de un exotismo social que los aleja de las masas irreflexivas.
Es menester cotidianizar lo extraño y extrañar lo cotidiano, y eso solo es posible a partir de una comunicación real entre las multitudes.
Qué triste es hallarse atrapado en las redes del orden, interviniendo en el mundo como una araña de ocho patas, que a medida que avanza, lo único que consigue es seguir tejiendo inconcientemente el lecho de reproducción de lo que nos aqueja y nos aliena como hombres y mujeres.
¡A otro el cuento de la libertad sexual!

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