tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

lunes, 10 de marzo de 2014

Una casualidad tardía nunca se repite.
Porque nunca es temprano para un inconcluso, para un sin-principio, para un sin-fín.
Y son los corazones libres los únicos capaces de darle forma al libre albedrío del amor.
Corazones rapaces que se emborrachan de alcohol y que buscan la oscuridad para despojarse de sus ropas y desinhibirse. Una oscuridad simbólica y compleja que, a pesar de tener las ventanas abiertas, no deja filtrar el sol.
Un espiral experimental que vuelve al comienzo del inicio, como si girara sobre su mismo eje. 

Pero un buen día el espiral en un movimiento de traslación, se torna hacia la derecha y, entonces, su marcha se vuelve contra-reloj. Sin percatarse de que sigue dando vueltas, pero en el sentido contrario.
Es que no es fácil cambiarse de carril, aunque quien abraza al corazón libre ha de ser, preferentemente, un espíritu valiente.
Un espíritu salvaje y caníbal que adore las junglas más que a los contratos de la civilización. Porque el amor, en la civilización, es Orden, es Moral, es contradicción antagónica al deseo prohibido que imprime su sello reaccionario ante la Ley. 

Un corazón verdaderamente libre, hace y deshace ofreciendo una sonrisa sólo a cambio de un poco de lujuria. Pero también, las más de las veces, el corazón valiente es, a su vez, un corazón sufrido en su trance hacia la libertad. 
Y otro camino se bosqueja para ese corazón: la tarea y la responsabilidad de despojarse de los vicios convencionales amorosos.
Porque si cerramos es porque estamos pensando en abrir, porque si borramos es porque estamos pensando en volver a escribir, porque si queremos algo necesariamente debemos renunciar a otra cosa.
Cuerpo, mente y espíritu se concatenan así, como una sucesión de números, hacia el infinito de las ambiciones de los sexos que buscan hallarse, que buscan jugar al ladrón que arrebata y que después devuelve, y al policía que amaga pero finalmente no reprime. Corazones que ocultan sus identidades, en un juego eterno. El eterno juego es del cuerpo o puede ser de la mente. No hay subordinación alguna, sino superación dialéctica hacia un resultado venidero más próspero y feliz.

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