tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

miércoles, 11 de diciembre de 2013

De pronto el pez volador entabla un amor efímero con la nube de algodón. Se enamoran en la distancia poco cuantificable entre el mar y el cielo.
Como el pez vuela muy alto; la nube colisiona con el mar, negocia con él para tornarse agua y estar un poco más cerca del pez. Pero la nube se olvida de que en el agua ella no es más una nube, sino que se vuelve una ola trivial de marea. La nube hace el sacrificio de cambiar su hábitat, y todo por amor.
Los días grises, la nube ya no es posibilidad de lluvia, ya no es el amparo de los hombres ante el sol.
La nube lo cambia todo por su amor. Mientras el pez sigue nadando con su cardumen, sin percatarse del sacrificio de la nube.
Un día el sol se enoja con la nube, la acusa de haber traicionado a los astros y a los cielos por un caprichoso romance estacional. Y la nube llora, llora gotas de lluvia en el mar salado. Y esas gotas de lluvia se pierden en el océano.
Todo está muy triste entre los dos. El pez quiere a la nube y la nube quiere al pez, pero se quieren de una manera distinta.
Así, como cualquier día, diéronse cuenta el pez volador y la nube, que era mejor seguir cada cual su destino: ella en el cielo y él abajo, en lo profundo del mar.

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