Hierbas que flotan en la yugular,
se pudren en agua sucia
y nos bañamos en ese agua,
en ese río,
a su vez,
de espaldas al río.
Tomamos una bebida caliente,
nos enfriamos recíprocamente a cada sorbo.
Vivimos envueltos en supuestos
hasta congelarnos con el viento sur.
Esa capacidad inmensa
de saber brindar soledad y compañía simultáneamente
es tan turbia
como la imagen mesíanística de Dios.
Tiene un tinte oscuro,
siniestro
y yo hago una ensalada
mientras vuelco lo que escrupulosamente pienso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario