me retrotaigo en la inminencia del insomnio
a la primera experiencia, a la pubertad, al primer amor, a la inocencia, a la paciencia de la espera del porvenir
y a través de un la menor
visualizo una puerta que rechina y me arrastra hacia el pasado y una moral que aconseja tomar precaución desde el presente:
una noche de luna llena, un consejo inhibidor y una taza de café se fusionan
dando lugar a un nuevo orden cósmico
un big bang de armas letales que apuntan a la nuca de quien ignora que el orden es siempre libertario en la individualidad y sólo liberador si es en el colectivo,
y es el des-orden el que se torna conservador en su melódica planicie, en su obsoleto plan.
Un archipiélago manchado de colores en la altura
me escala por la cintura y llega a mi oasis que aguarda ser envuelto en resplandor
que aguarda poder girar alrededor del sol,
es el que va ajustando con una justificación posterior que llega como un halo de sabiduría
cuando la calidad se impone por sobre la cantidad, y así se llega a la madurez
para romper con la teoría y darle un nuevo marco al café,
porque no se equivoca la mujer que entiende que su cuerpo es una alfombra para volar
un jugo destilando vitaminas
un sexo sobre la mesa intercalándose entre ella y la erotización liviana.
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