CELO
¿De dónde nace el celo?
Busco el origen en la línea infinita de puntos. No lo encuentro
porque tal vez haya que remontarse a la búsqueda de los orígenes,
no ya del celo, que es más bien el ¿síntoma?
sino inquirirse sobre el amor,
eso es, más bien, ir por el germen del vínculo que no puede nacer nunca el celo.
AMOR
Su punto de partida está en el horizonte trasero y el celo es el hoy, el punto presente: la fotografía revelada, el dibujo pintado, la cerámica horneada.
Pero si desplazamos la vista hacia el horizonte posterior, veríamos que el sentimiento del celo es sólo una manifestación de un algo más amplio, del cual no podemos establecer un inicio.
Esa cosa indistinguible es el amor
y
el celo es un dolor, una puntada, un cortocircuito en el respirar profundo,
que corta, que pincha, como una aguja y un hilo,
se mete dentro y pudre la manzana o al menos lo intenta.
Si hay celo, hay miedo.
Un miedo egoísta, individual que compartimos todos en secreto, que nos convoca a todos los hombres y mujeres que amamos, en silencio. Es lo propio de lo propio: propio de los hombres que se ubican en su propio centro.
Dicen que el celo es la consecuencia de una causa: la de concebir a un otro como un objeto.
EL OTRO
Yo no estoy segura de saber de qué manera amo, tal vez porque en el amor se juega la libertad de no saber de qué manera ama el otro en cuestión. Esas cosas nunca las puede saber uno con claridad. Dudo de la palabra y de todo lo que ella contiene en su seno, por eso la definición universal me causa incomodidad.
Quien ama intenta hacerlo siempre de la manera más sana: de amar sencillamente, sin demasiados rollos, sin vueltas, de amar directamente. Eso es desnudarse en el amor-la ropa viene después-antes está la confianza del silencio, que es ausencia de palabra. En ese momento de parálisis temporal me di cuenta que te amaba.
Y ahora sé, que se puede procurar expresar y tratar de explicar lo inexplicable,
lo subjetivo, el fragmento de lo que el mundo dice que es el amor
sin llegar a hacerlo nunca del todo.
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