Un encuentro negro desde sus albores. Una mente memoriosa que no olvida la belleza y no perdona la indiferencia, que deforma a lo bello en perfecto y a lo triste en agonía. La desfiguración siempre me pisó los talones y casi siempre caí al suelo ante la desproporción que falsea la verdad, nuestra verdad. Te canté una canción para ver si te aflojabas, pero vos seguías tan durito que ni en el hemisferio norte hubiera podido descongelar tu amor. Un vaivén entre mis ojos y los tuyos, una oscilación pintoresca entre mis pechos y tus pupilas. Nos bamboleamos con la vista, y pudimos mantenernos de pie. Fuimos más fuertes que el deseo, y lo quisimos más a él que a nosotros mismos. Y ese deseo terminó por apagarnos, saliendo invicto de esta pelea de morales, de orgullo y de prejuicios.
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