tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

miércoles, 28 de mayo de 2014

Dando vueltas como un trompo.

Avizoro la luz que se desplaza mecánicamente como el viento en popa, pero la proa precipita la marea y ciega al marinero que pierde el control del timón en su último trago de whisky. Petrificado, atolondrado, enamorado, enceguecido del mar, de la sal de cada una de las olas, no se arrepiente de su desvío.
La tropa fue instruida con la máxima suprema que dice que no podemos movernos sin hacer uso de las piernas, y no se puede cambiar sin desplazarse hacia otras tierras. Cada uno de los marines sabe que el trabajo agrícola no les deja alcanzar el cielo. Se pierde el gesto en la neblina, el marinero termina naufragando en otro rio, y se pierde la voz en las cartas que el cartero extravía.
Vuelve la imagen del capitán, reiteradamente, en las penumbras de su mente la ve bailar y piensa que es un destello de sensualidad que se expresa en su aspecto aniñado. No importa esperar sentado o parado, el viento va a traer al deseo, y consumandolo como un hecho pecaminoso, se dice que no importa cómo ni cuando, la espera es un eco que regresa siempre con mayor fuerza que con la que se emitió. La llegada del marinero hará que el invierno se desvanezca en una sola lluvia, hará que vuelva la primavera, que el aroma del jazmín se imponga monárquico, desplazando a cada una de las flores habidas y por haber, con la sensación de que el tiempo fue solo un hueco en el asfalto.
Es excitante la sencillez que radica en la cotidianidad de la indiferencia, en el éxtasis del límite de la orilla y la profundidad. Es decoroso morirse por la caricia más temible de una mano y un tacto del que se desconoce la forma.
El marinero estará por siempre adentro de aquel remolino en carmesí, dando vueltas como un trompo.

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