tinta y pluma pa volar

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viernes, 22 de noviembre de 2013

Histórico devenir

Viene dado por la coincidencia de las múltiples historias que se encadenan, el destino.
Un destino que no es innatamente nada, o tal vez, sólo sea innatamente incierto.
Cuando leo a esas grandes figuras que han emancipado su pensamiento del de la multitud, me recogico de admiración. Algunas escriben sin saber que en sus obras se halla el germen del anhelo a la ambición de grandeza de cientos de hombres que van forjando sus rumbos al leerlos. Una grandeza que nada tiene que ver con el estatus económico, ni con el advenimiento de una comodidad burocrática que nos asegure el porvenir. La grandeza está dada, por el contrario, por la lucha de los amos contra los esclavos. Amos que desean imponer su deseo, a costa del sometimiento de sus esclavos. Esclavos que desean trascender el deseo de sus amos y liberarse. La historia se funda en la lucha de los deseos. Y la razón es el arma moderna por excelencia. La violencia cae al filo de un siglo que logró, aunque no sin dificultad, deslegitimarla como medio para llegar a un fin. Es la historia teleológica la que nos permite descifrar los móviles ocultos que se disfrazan en la prédica que se hace de una acción. El hecho está ahí, moviendose unidireccionalmente. Pero lo que cambia es el conocimiento que hay sobre esos hechos, las interpretaciones que de un mismo hecho se hacen.
Hoy, más que nunca, saber es poder.
La mente, el raciocionio, ha hegemonizado en la praxis retórica. Quien ostente la razón más convincente impondrá su deseo y hará de sus esclavos títeres de expansión y reproducción ideológica.
Pocos grandes hombres han logrado imponerse, los otros, casi siempre y sin saberlo, han contribuido a una u otra cosmovisión. Porque somos SUJETOS, sujetos que desde antes de nacer han sido sujetados.
Entonces, cabe preguntarse ¿libertad? La respuesta es afirmativa. Somos libres en tanto y en cuanto seamos conscientes de nuestra coyuntura, del pasado y de los discursos que intentan persuadirnos. Sólo así podremos superar esta etapa posmoderna que nos agobia: carente de valores máximos, de exaltación de relatos estupidizantes sin sentido. Sólo así volveremos a caminar con el afán de un futuro indudablemente mejor. Para confiar en el legado de nuestros hijos, de la descendencia, que es la prolongación de una lucha que emana de una entidad superior.

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