tinta y pluma pa volar

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domingo, 5 de mayo de 2013

Tu impertinencia.

Me desperté y pensé que el domingo pasaba por la ventana.
Miré una vez más el reloj y preparé el café.
Esa reminiscencia me perturbó el descanso... No, definitivamente no podía ser que ahora necesitara de un peluche para dormir. Y no de cualquiera, cuando la absurda necesidad me atacó pensé en ése mismo. En ése peluche: con exactitud y sin vacilar. El mismo que había estado recluido en el armario, con la más alérgica capa de polvo, durante años ya, aguardando la madrugada 
de sábado, perfecta, lluviosa, con único fin de atacarme. 
Y ¡ZAZ! le puse un poco de perfume y lo acosté a mi lado. Me pareció fantástico sentirme acompañada, como en los viejos tiempos en los que mamá me contaba un cuento antes de dormir, y nosotros, mi peluche y yo, la escuchábamos estupefactos con las oídos atentos.
Una vez dormida, las cosas se fueron complicando... El peluche se personificó y me hizo el amor.
Nada tenía sentido al despertarme. Los ojos me pesaban una tonelada, la panza se gruñía y se quejaba de 
los escasos mates poco antes cebados como cena.
Me desperté y el domingo seguía pasando por la ventana.
Es curioso, era el día de la risa y yo uno de sus instrumentos.

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