El hombre está biológicamente predestinado a construir y a habitar un mundo con otros.
Ese mundo se convierte para él en la realidad dominante y definitiva.
Sus límites los traza la naturaleza, pero una vez construido, ese mundo vuelve a actuar sobre la naturaleza.
En la dialéctica entre la naturaleza y el mundo socialmente construido, el propio organismo humano se transforma.
En esa misma dialéctica, el hombre produce la realidad y por tanto se produce a sí mismo.
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