tinta y pluma pa volar

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martes, 31 de enero de 2012

Lo que surge de un viaje.

Últimamente me encuentro de forma reiterada ante la misma posición. No sé cómo relatar lo que me acontece, lo que vivo; dicho de otro modo: no puedo poner en palabras lo que me pasa. Me encuentro sentada delante del teclado, sin saber qué tipear. Me encuentro con una lapicera en la mano, sin saber cómo encarar la escritura. Es un poco bastante enrevesado despegarse de la natural tendencia del ser humano a poner en verbos, adjetivos, artículos, etc el correr de los hechos en los que éste se ve envuelto de manera no necesaariamente protagónica. Sí, es complicado, claro que lo es. Pero aún así siento menester descargar en este espacio lo que siento, o al menos, hacer el intento. Vuelvo a la nada novedosa idea de que más que un blog, ésto se me volvió una especie de diario íntimo. Y no sé si está bueno o no..

En fin, para hacer un viaje (ya sea hacia un lugar lejano o cercano del que se reside) es preciso desconectarse. Tan necesario como llevar mudas de ropa interior o provisiones de comida. Cuando hablo de desconexión, hago referencia a la completud que abarca el término. Aquella que no sólo incluye la tecnológica, es decir, de la televisión, la radio, la computadora (los medios de comunicación en general) si no también de la mental; lo que no significa aislarse de todo pero sí tomarse unas vacaciones también de la sociedad y la gente que frecuentamos, para poder así, pensar sin estar bajo influencias de ningún tipo y llegar, por lo tanto, a conclusiones más claras y sobretodo un poco más propias. Tomar una distancia. Ése fue el objetivo con el que emprendí este éxodo. Con la imagen de búsqueda  impregnada a mi arquetipo. Me costó mucho cumplir la meta que me tracé apenas me subí al auto, que ya venía esbozándose algunos días previos al comienzo de la trayectoria. Es más, tengo que reconocer que los dos o tres primeros días ya en Uruguay, seguía "enchufada" a la Capital, a Buenos Aires, a la Argentina, a sus hechos y los seres humanos que allí habitan. Era como si mi cuerpo hubiese emprendido un viaje y efectivamente estuviera en terreno charrúa, pero mi mente, contra mi voluntad, permanecía sin abandonar mi casa, mi barrio de allá, con la gente con la que me trato. Me propuse entonces, muy seriamente, arrastrarme completamente. Es decir, mi cuerpo y mis ideas, o dejarme arrastrar por las circunstancias en las que me encontraba.. y para eso conseguí ayuda. Me interné en los libros y en la playa; en mi hermano y en la risa hecha carcajada; en el mate (fiel compañero que aprendí y adopté rápidamente como costumbre inexorable diurna y nocturna) y los deliciosos "bizcochos" que son las llamadas facturas locales. Es gracioso el cambio de nombre y la deformación que sufren algunos elementos, lo que no es gracioso es el cambio gustativo que hay entre los alimentos de allá y de acá. No era justo prescindir de dicho comentario, ya que es algo que realmente me sorprendió (y mucho) por lo que necesitaba resaltar la disyuntiva del sabor porque llamó poderosamente mi atención. El queso, los chorizos, las milangas, las facturas, la fruta, son mil veces mejor que por nuestros pagos (salió a flote el gustoso "arte del buen comer" dicho en forma Redondita) y me explicaron el por qué de semejante cambio. Es porque al ser un país mucho más chico que el nuestro, el Uruguay, no tiene la necesidad de congelar las carnes, de arrancar la fruta inmadura del árbol, ni de ponerle tantos químicos al queso para que no se pudra durante el transporte a las diferentes regiones del país. Es lógico y curioso, y es también más natural y por ende más rico. 

Volviendo a como me sentí yo, y no sólo mi estómago que como queda claro la pasó bomba, me re-descubrí. Al menos, creía que en el último tiempo mis gustos, mis inclinaciones, mis ideas, habían cambiado bastante; lo suficiente, y que ahora volverían a la rueda predilecta y dentada de la estaticidad. Si lo pensamos bien, es tonta esta tesis, pero es trivial que la gente la sostenga. Explayándome en mi explicación: pensamos que después de un largo proceso de invariabilidad y quietura, arriba el cambio: fugaz por lo general y luego de éste volvemos al círculo del mar sin marea, a la calma, a lo fijo y a lo que no muta. Bueno, me di cuenta de que no estaba en lo correcto. No es así, o por lo menos de otra forma lo vivo o viví yo.

Encontré en el fondo de lo que soy, una sed insaciable de conocimientos; repentina y sigilosa a la vez, que afloró de una vez por todas y que ahora, ansía nutrirse de historia, de geografía, de política; cuya meta es el cambio individual pero más que nada social y, siendo escépticos, algún día mundial. Anhelos de inteligencia, de sabiduría para abarcar los intocables debates presentes, la formación de una postura propia y la comprensión de la actualidad. Así como
 hallé pesadas y bruscas ganas de empaparme de artes culinarias. Lo que quiere decir que voy a empezar a cocinar (¡por fin! ¿no? mi familia está contenta) espero también llenarme de cultura, la que está en los libros y la que se encuentra escondida en la experiencia. Navegar en mares de polarizados puntos de vista. Lograr una instrucción que me deje satisfecha personalmente, que va desde los más diversos ámbitos. Hacerlo por mí y para mi. Después de tanta "joda" (a la cual no pienso hacer a un lado por si se la venían venir) me dieron ganas de estudiar, de seguir no una, si no varias carreras en la universidad, de ir a la UBA. Me topé con mi yo nerd. Tengo ganas de emprender mi quinto año así como hice parcialmente en el 2011, estudiar no para aprobar la materia (enorme estupidez que consiste en retener hasta la prueba y después soltar para olvidar) sino para mi misma, los contenidos que me interesan, que me gustan, por supuesto. Física y matemática lamento informarles que se encuentran rotundamente fuera de estos parámetros. 
Todo esto influyó en mi relación con mi papá. Por primera vez encontré algo que me haga pensar "¡Qué grande el viejo!" Un tema en común, una admiración emergida después de once años de devastación. Pero como se dice es mejor tarde que nunca.. Ahora, él se volvió de pronto mi diccionario de evacuación de dudas (numerosas, por cierto)
También tuve tiempo, porque quince días son mucho y poco a la vez, 
(además de dormirme bajo el intenso sol más de una vez y quedar más marrón que la mierda. Era realmente necesario romper un poco con tanto formalismo) de repasar las hojas de mi pasado, de ver desde un ángulo exterior, de un modo más frío y añejo lo que hice, mis actitudes y las actitudes de los demás para conmigo y para con ellos mismos. Es como que pasé en limpio lo que estaba en borrador. Me volví algo así como parte del público, un espectador momentáneo más, de la obra de teatro que es la vida.

Y d
e repente me veo de una forma distinta, me siento florecida por dentro. Mi cabeza tomó su compás y emprendió un giro de ciento ochenta grados. Volví a respirar encandilada bajo la luz de la naturaleza, de los animales y las plantas. Volví a la humedad de Baires (la cual, mi pelo y yo, detestamos profundamente) un poco a la rutina y otro poco a lo nuevo que quiebra dicha rutina. 
De nuevo desde aquí, con ganas de nuevos emprendimientos.

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