La espuma de los días.

Llenar los espacios con belleza.
Tomar los mates más amargos y fríos que nunca.
Vivir a pastillas que no tengan prospecto.
Esconderle las pilas a los relojes para que dejen de dar las seis.

Beber de a sorbitos, no de a tragos largos.

Retratar momentos no personas.
Caminar sin pasarelas ni música.
Usar pantalones sin bolsillos para no llevarte a todos lados.

Aspirar la alfombra dos veces por semana.
Cambiar la lamparita que titila en el baño.
Tirar las cremas hidronitroneutrocorponutritivas, todas.
Sacarme las mañas, los pelos, las encías, tus sonrisas.

Comer menos grasas, más proteínas.

Dejar de resolver ecuaciones calóricas.
Cesar de dar vuelta el espejo antes de la siesta.
Despertar y después empezar a soñar que el mundo nos pertenece.