Más allá de los regalos y de ser una fecha consumista, como lo son el día del padre, la madre, la abuela, el perro, etc. es una excusa para que la gente salga a gastar. Pero también éste es un buen día para reflexionar en las personas que tienen el honor de llevar por nuestra parte el titulo de amigos, claro, además de compartir un rato con ellos y retribuirles al menos con un beso y un abrazo todo lo que hacen por nosotros.
El azúcar y el café con leche me llevaron a pensar que un amigo de verdad es el que siempre está al lado tuyo. Compartiendo las risas cuando todo está bien o las preocupaciones cuando las cosas se complican. Un amigo de verdad es el que se juega por vos sin importar las consecuencias y sin medir el riesgo. Lo hace sin especulaciones ni vacilaciones. No es fácil encontrar un amigo de esos, si lo tenés, cuidalo. Yo por mi parte, tengo muchas compañeras, pero pocas amigas, amigas de verdad ¿se entiende, no? De esas que te prestan el hombro y la mano y el cuerpo entero cuando estás triste y se ríen más fuerte que vos cuando estás feliz y pegan saltos de canguro cuando se enteran que te pasó algo bueno. Y esto lo fui aprendiendo nada más con el tiempo.. a cuesta de tropezones, lágrimas de pena, tristes pero necesarias desilusiones, caídas que parecían más negras que un cielo tormentoso. Pero por suerte, en este duro y dulce tiempo de crecer no estoy sola, me acompañan los amigos de verdad y también los otros. Crecer es también descubrir la diferencia y aprender a distinguirlos. Descubrí también que cuando llega el amigo, se va para siempre la soledad y la palabra compartir adquiere un nuevo y definitivo significado, el amigo trae las alas que no me atrevo a desplegar y el otro corazón que me completa, esa pieza faltante en mi propio rompecabezas. La vida hace un vuelco y ya no va a ser la misma después de su llegada. Por eso aunque a veces no lo demuestre de la forma más explícita, a mis amigos quiero decirles que: nuestra amistad es más fuerte que cualquier cadena, está más allá de lo que hagan, lo que digan. Tiende puentes donde hay abismos, me abriga cuando tengo frío; y aunque me vaya lejos nunca voy a estar lejos porque ustedes tienen mi corazón y yo tengo el suyo.
El azúcar y el café con leche me llevaron a pensar que un amigo de verdad es el que siempre está al lado tuyo. Compartiendo las risas cuando todo está bien o las preocupaciones cuando las cosas se complican. Un amigo de verdad es el que se juega por vos sin importar las consecuencias y sin medir el riesgo. Lo hace sin especulaciones ni vacilaciones. No es fácil encontrar un amigo de esos, si lo tenés, cuidalo. Yo por mi parte, tengo muchas compañeras, pero pocas amigas, amigas de verdad ¿se entiende, no? De esas que te prestan el hombro y la mano y el cuerpo entero cuando estás triste y se ríen más fuerte que vos cuando estás feliz y pegan saltos de canguro cuando se enteran que te pasó algo bueno. Y esto lo fui aprendiendo nada más con el tiempo.. a cuesta de tropezones, lágrimas de pena, tristes pero necesarias desilusiones, caídas que parecían más negras que un cielo tormentoso. Pero por suerte, en este duro y dulce tiempo de crecer no estoy sola, me acompañan los amigos de verdad y también los otros. Crecer es también descubrir la diferencia y aprender a distinguirlos. Descubrí también que cuando llega el amigo, se va para siempre la soledad y la palabra compartir adquiere un nuevo y definitivo significado, el amigo trae las alas que no me atrevo a desplegar y el otro corazón que me completa, esa pieza faltante en mi propio rompecabezas. La vida hace un vuelco y ya no va a ser la misma después de su llegada. Por eso aunque a veces no lo demuestre de la forma más explícita, a mis amigos quiero decirles que: nuestra amistad es más fuerte que cualquier cadena, está más allá de lo que hagan, lo que digan. Tiende puentes donde hay abismos, me abriga cuando tengo frío; y aunque me vaya lejos nunca voy a estar lejos porque ustedes tienen mi corazón y yo tengo el suyo.
Los quiero.
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