tinta y pluma pa volar

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sábado, 19 de febrero de 2011

Metamorfosis fallida

Me desperté con una ilusión chocolate. Me había costado resolverme, dudé casi cinco meses. Y ahora.. el día de la transformación me tocaba la puerta. Y yo ahí, con las ganas recargadas. Llegué a la improvisada peluquería y la abracé. Mi querida y bella peluquera. Supe que era cuestión de confianza. Que progresivamente habían aumentado todos esos ingredientes que conforman una amistad, cada vez mejor.
Entre palabras, voces y dicciones, fuimos a comprar la tintura (el polvito mágico) escoltadas muy tiernamente. Miré detalladamente cada color de cada marca de cada tintura que me ofrecía aquel Farmacity. Dudé, pero finalmente tomé con firmeza  uno.
Odisea: cubrir ese marrón tan oscuro que muchos confunden con negro. No señor, es marrón requetecontra oscuro, pero marrón al fin y no negro. A lo largo de la travesía me preocupé porque no advertí cambios en la coloración. No veía una variación en el tono. Pero supuse que era normal y no me alarmé. En seguida a la hora y media, ella me enjuagaba el pelo. Volví a titubear pero ésta vez más intensamente. Cuando mi cabello estuvo seco, entendí que no fue un espejismo y que al fin estaba casi igual que al principio, exceptuando algunos mechones que tomaron un matiz rojizo. Oía reiterados y sinceros perdón.  Las dos nos enojamos con la suerte. Ése azar tan puto, que hace tiempo nos venía mostrando su hilacha.
Cuando el reloj marcó las ocho, partí hacia el transporte que me acercaría a mi hogar. Me despedí y le aclaré por milésima vez que no se angustiara, que no era culpa de nadie. Después de todo, abordamos la terminación de que (además que el frasco traía menos de lo que debía) quién sabe hace cuánto se había explotado. Seguramente el efecto no había sido el mismo debido a esas condiciones. Eso nunca lo podremos afirmar. Qué fue lo que falló y derivó en nuestra desilusión.
Ya subida al colectivo, me senté, un tanto triste. Mientras mi mente divagaba y se torturaba por la desgracia que me acompañaba junto a la frase "todo me sale mal" me topé con dos seres frente a mí. Se trataba de una pareja de señores mayores. No les presté demasiada atención. Al rato, los miré detenidamente y luego de un tiempo me percaté de que eran no-videntes. 
Me arriesgaría a decir que se veían felices. No parecía importarles su condición. Los admiré por ello. La sonrisa se les pintaba levemente en sus rostros. Tranquilos. Tenían un aura de paz que susurraba "todo está en orden" Me chocó. Quedé conmovida. Tanto.. que en ese preciso instante, mi razón puso el motor en marcha. 
Me sentí la muchacha más hueca del Universo entero. Una descarada. Una gran tonta.
¿Cómo me podía hacer tanto problema porque el pelo no me había quedado como yo quería?  Creí que era una boba que no tenía idea de la mesura de los verdaderos problemas de la vida.
Descubrí que la vida es más que un pelo bonito y tengo suerte por haberme dado cuenta de eso.
 El resto del trayecto continué con la meditación y al final de él, reparé que no todo era tan negro como pintaba (exceptuando mi pelo)
Mañana trataré de arreglarlo. Calma.

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