tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

domingo, 28 de septiembre de 2014

Te siento y camino.

Existe un círculo radiante en el centro mismo de la tierra.
Es un hábitat donde podemos elegir
entre el arriba y el abajo,
entre estar solos y estar acompañados,
entre estar y tener
entre tener y ser.
Y en el centro mismo existe un color
y cada color es un símbolo,
un vehículo, un puente, una unión
entre dos formas disimiles de dialogar.
A los colores hay que escucharlos con un vaso en la pared,
espiarlos en su más íntimo detalle,
hacerlos añicos,
con un vaso, a partir de la tierra.
Cuando siento mis pies anclados, siento mi realidad de piedra,
la camino y me siento a mi
tan frágil que tengo que transformarme.
Te siento aquí, te camino allá, y te movés conmigo.
Te arrastro, cerrando los ojos, abriéndome paso a paso
entre el hueco que queda entre vos y yo.

viernes, 26 de septiembre de 2014

ELLA

Ella anuda hilos entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
 -ala del paisaje y del alma de un país, con su polen... 
Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su perfume... 
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino. 
Testimonio involuntario, ella, 
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas, 
en que la circunstancia da su hálito. .. 
Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
 jugando naturalmente con la tierra y el ángel, 
el infinito a su lado y el presente en el confín... 
Mas es el don absoluto, y la ternura, 
ella que es también el término supremo y la última esencia 
con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones 
y los latidos 
para el encuentro en los abismos... 
Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación, 
el traspaso del ser, "como se da una flor", en el nivel de los niños, 
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma... 
Y no busca nunca, no, ella... 
espera, espera toda desnuda, con la lámpara en la mano, en el centro mismo de la noche...

jueves, 25 de septiembre de 2014

Miradas.

Hay miradas que acaloran, que queman y que encienden,
hay miradas que enfrían, que mitigan y que extinguen.
Hay miradas que hablan, que discuten y dialogan
hay miradas que silencian, que reprimen y que omiten.

Miradas, si las habrá, que esconden y disimulan,
que llaman a ser interpretadas pero nunca reveladas.
Las miradas son misterio indescifrable, son materia abstracta,
son lo explícito y lo implícito.

Hay miradas que asustan, que acobardan y amedrantan,
hay miradas que empujan, que incitan y estimulan.
Muchas son las miradas que luchan por conquistar, seducir y cortejar
pocas son las que lo consiguen.

Hay miradas que transmiten cosas buenas, cosas malas.
Hay miradas con las que se ama, hay miradas lanzadas para odiar.
La forma de la mirada es múltiple y disforme. La mirada es una larga línea discontinua.
Las hay tantas como personas, pero jamás pueden haber existido dos miradas iguales.

El poder de la mirada es un poder absoluto que tiene un ser sobre otro ser
y ese poder dura lo que dura el instante que dura una mirada,
puede ser ínfimo y no valer nada, o puede ser ínfimo y eterno, inestimable.
Hay miradas que penetran, hay miradas que no se olvidan, miradas que calcinan.
Con una mirada se comunica, con una mirada se expresan
tantas cosas
como miradas.

Luisa

Hubo un corto tiempo en el que Luisa despegó sus pies de la tierra para adentrarse al cielo. En un lapso de 5 años se volcó al cultivo de sus artes liberales, todo lo que ella había sido, o mejor, todo lo que ella había creído ser, se le había escapado de las manos en un microsegundo.
El realismo práctico se había apoderado de ella, la había moldeado a su forma dejándola rígida, casi sin movimiento. Y Luisa ahora volaba. Como nunca antes lo había hecho se había arrojado a la travesía de la belleza más pura que se refugiaba en las nubes. Tan pronto quiso abrir el paracaídas el botón le falló y quedó suspendida por un breve intervalo en la inmensidad de la ruina. ¿Qué voy a hacer ahora? pensó. Ahora que soy un poco más consciente reúno mi vida entera en un globo.
Lo único que se le ocurrió fue encomendarse a todos los seres divinos en los que nunca creyó, recitar todas esas plegarias que sin saberlo ya sabía de memoria desde antes de morir. Respiró hondo, trató de tranquilizarse pero fue inútil. Dióse cuenta de que su sentido de la realidad era tan aritmético, tan cuadrado y perpendicular que, por un momento, no creyó en lo que estaba sucediendo. El sentido de su existencia había sido hasta entonces exacto, simétrico. El mismísimo equilibrio de la racionalidad encarnado en sus huesos, hecho carne. Toda su vida el corazón encerrado en un sótano, relegado a un sinfin de nulidades que se acumulaban una encima de otra porque no hay ni hubo espacio para el amor en el hall de su casa. Así fue que Luisa mandó a guardar a todos y cada uno de sus sentimientos al recinto más alejado de su vista, para no pensarlo, para que se fuera a llenar de polvo junto a todas esas posibilidades abstractas. No, ella había querido siempre ser una mujer honorable y respetable, había seguido canónicamente el deseo de los demás, porque volar siempre le estuvo prohibido, no estaba consentido en su mundo y por ende, ese lapso no era más que una parte aun no experimentada de su representación cuasi real.
Pero como ustedes podrán imaginarse, cuando el paracaídas se abrió, ya era tarde para Luisa.

martes, 23 de septiembre de 2014

Nocturno.

Descúbrete en los velos, solo guíame entre las sombras.
Descúbrete a ti mismo y descúbreme a mi misma.
Te pido que te saques el saco y te vistas de luz.
Te pido que cambies tu lenguaje, que cambies tus sonidos
que saques el sol a pasear y me libres de esta oscuridad
que adoptes formas más concretas, más sensibles
porque no te puedo captar en este mundo simbólico.

Me ahogo y no hay salvavidas que me rescate de este mar de preguntas
de posibles, de quizás, de veranos eternos a la espera de calma y montaña.
Tan precioso tu paisaje, tan quieto tu río, tan claro tu espejismo
que ahora solo quiero pasear por tu flora y meterme en tu fauna
como una fiera salvaje colonizando un terreno virgen.
Me siento transitando un retroceso a mi primitividad más pura,
sacando lo más limpio de mi, conociendo lo más auténtico de ti.
Y en el fondo, allí, se oyen los tambores de este rito táctico,
de este rito tácito que se forma cada vez que nos rozamos la noche.
Y se cae el sol, el sol se cae, y el día transmuta en misterio,
pero en la luna llena y en los campos vacíos y, otra vez, solos vos y yo.
Buscandonos, llenándonos de silencios aturdidos de carencias que son presencia
silencios que ocupan un espacio sin palabras,
silencios que perduran aun cuando creemos que el misterio se despeja.

Vos+Yo

Yo la tesis,
vos la antísesis,
pero vos y yo
juntos
hacemos la síntesis.

Yo sola, un menos
vos solo, un menos
y menos por menos, es más.

Pero nosotros juntos
¿más o menos?
Masomenos.
Eso no lo sé.

Un paréntesis abierto a la espera,
una superación envuelta en suspenso.
Y todo paréntesis se abre para ser cerrado,
pero una vez abierto el paréntesis ha de ser llenado,
porque no se lo puede dejar abierto,
vacío inútilmente.

Todo lo superfluo debe morir,
como todo lo innecesario ha de perecer.
Pero, una vez más,
vos sos necesario para mí
entonces no me queda más que decir
que esto ha de permanecer,
intrastocable.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Cuando pienso en el amor pienso en Lennon.

El amor es realidad 
la realidad es amor 
el amor es sentir 
sentir amor, 
el amor es querer
ser amado. 

El amor es tocar, 
tocar es amar, 
el amor es alcanzar 
alcanzar el amor, 
el amor es pedir 
ser amado. 

El amor sos vos, 
vos y yo, 
el amor es saber 
que podemos ser. 

El amor es libre, 
la libertad es amor 
el amor es vivir, 
vivir el amor, 
amor es necesitar 
ser amado.

Fui al río.

Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.
Regresaba
- ¿Era yo la que regresaba?
en la angustia vaga
de sentirme sola entre las cosas últimas y
secretas.

De pronto
sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos
apenas estrellados.


La escritura.

La escritura se ha tornado mi fiel amiga, ella no me juzga y tal vez sea por eso que me sienta tan cómoda. La creo a cada instante, a mi gusto. Y es maravilloso saber que nadie me dicta de qué manera operar; quizá sea el único campo en mi vida en el que monopolizo el control. La soberanía fragmentaria de los miembros de mi físico se concentran en mis manos, ahora cualquier desplazamiento ha de ser fiscalizado por mis manos. Circulan ellas, y luego, me muevo yo. Algo así como en una partida de ajedrez, respetamos nuestros respectivos turnos y es magnífico ver que cada día brota una forma distinta de jugar el mismo juego.
Mis yemas se entrenan a cada frase, mis dedos se mueven a la par de mis pensamientos.
Es un baile entre las palabras y yo. Las miro fijo y las saco a bailar, y en esa danza nos trasladamos a la par. Como en un valls. Ella me toma por sorpresa y yo me dejo sorprender, le digo que sí moviendo la carita hacia un costado porque ya no existe lugar alguno para el recelo; ahora cada parte de mi encuentra su tonalidad exacta.
Así, la hechura me regocija en el espectro oscuro de mi ser, y en ese recoveco hay espacio para una grieta que segrega un entusiasta vigor. Me seduce y, finalmente, me persuade de seguirle el juego.
No es otra cosa que la vitalidad que expulsan mis manos cada día: transforma paralelamente mi forma de habitar el universo y yo lo transformo a él. Nos moldeamos mutuamente porque no soy otra cosa que el desarrollo de su propio movimiento.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Ciclos.

Se esfuman las flores marchitas para dar origen a un nuevo comienzo. Cambian de color antes de abandonar su nido, cambian de forma antes de desprenderse y una vez que lo hacen, los pétalos que caen con un halo de tristeza de su madre flor, se posan en el piso con dulzura y hasta delicadeza pero con la convicción de que un amor se posará en sus ramas queridas.
Las hojas se van con una tierna calidez, para dejar un lugar disponible para que las ramas de la madre que los cobijó hasta que fueron rojas las hojas puedan albergar otro ser.
Dejar un espacio.
Y los pétalos que vendrán son un ciclo que se abre hacia el final del comienzo. Y, sin embargo, no podrían haber nacido antes. Cada ciclo tiene sus tiempos y la inexorabilidad no sabe de caprichos porque no contempla excepciones.
Así, esta primavera, las hojas rojas se marcharon como cada solsticio. Inevitable es que la tierra gire alrededor del sol, e inevitable también es la caída de las hojas en invierno.
Algo se va y deja un espacio, el espacio es ausencia
pero esa ausencia duele.
Porque la nada duele más que el todo.
Pero, si tenemos suerte,
con el tiempo esa ausencia se dilata y se va cerrando. Se vuelve más etérea, toma otra forma...
Y las hojas rojas vuelven a caerse y el ciclo se repite.
El lenguaje del cielo,
en mi piel.

.

La predestinación hizo su entrada y mostró los dientes una vez más. Me arrebató de un santiamén todo el cúmulo de ateísmo, todo sucedió de repente, en un sacramental sacudón. Me redimí de secularidad, para volver a arrojarme a los brazos de la fe individual. De mi espiritualidad, poco puedo acotar, más que un vaticinio que me dice que entregue al incierto mi corazón, y así, desprovista de sosiego, transito mi camino.
No sé qué tipo de fuerza natural te arrastrará hacia mi, como una ola que llega a mojar la orilla para retirarse mecánicamente hacia sus adentros. Tampoco sé si convergeremos en una realidad más sensible que la fantasía, si lo hacemos, espero sea un algún recóndito espacio galáctico y diáfano.
Y mientras cada hombre se enfrente a su ruina, a su miseria, más se alejará de su pureza.
Abrirse, abrirme y abrirte. Se busca y, las menos de las veces, se encuentra. ¿Por qué?
¿Dónde están los hilos de mi destino? ¿Acaso alguien los posee? Intento con ahínco tomarlos de un extremo, con la frugalidad de un niño y la sonrisa de un eterno. Se me escapan de las manos, se me escapan de los cognoscible, de este mundo y de este cuerpo. Se me escabullen para mostrarme una vez más el tamaño de mi ingenuidad al creer que no soy más que un árbol en un bosque, un grano en un desierto, una nube tratando de ocupar un espacio en el cielo.
Acercate a mi ¿podés escuchar gritar al destino?

viernes, 19 de septiembre de 2014


Quiero entrar al paraíso con esta canción.

Creer en la creencia.

El equilibrio de las percepciones es de lo más insostenible que el hombre ha tenido que mantener intacto, por su bien y por el de la humanidad. Lo justo está en el medio. Ni tan tan, ni muy muy.
Y hoy el Universo es cuadrado, cuasi mitológico. Ha habido una regresión cósmica porque el mundo está al punto del abismo ¡Nos vamos a caer de la Tierra! Desde el precipicio izquierdo me sostengo de la galaxia frenética y mientras espero, veo con mi ojo de cíclope la forma en que los principios newtonianos se hacen un bollo para luego ser arrojados a la basura. Entonces hace su entrada triunfal la teoría copérnica, despotricando alaridos de vanidad, con el afán de instalarse en nuestras vidas, de apoderarse de nuestras mentes: hombres se encuentran atiborrados de mujeres, y mujeres atiborradas de hombres. Flotamos los unos alrededor de los otros, nos mordemos el labio y exhalamos un rugido disfrazado de suspiro.
Un verdadero intercambio recíproco de personas que se circundan las unas a las otras. Y las experiencias se suceden dando lugar a un desarrollo histórico-genético. 
Entra un jugador a la cancha y sale el otro para postrarse en el banco de suplentes. La espera de la eternidad que siempre llega tarde. La eternidad cuya pila del reloj falla matemáticamente cada vez que la necesitamos. Sale de la cancha un hombre para pasar a habitar un planeta inmemorial, ese que se cobija en el recuerdo.
En el intercambio los fragmentos son alterables, podemos componerlos y descomponerlos como en un rompecabezas. Todo se vale en este juego, la inversión es parte de la dinámica de lo absurdo, de lo lúdico. Tenemos el pleno control de la imagen. Ya no hay esencias ni inmutabilidades: todo puede ser cambiado en esta fiesta. Es la frivolidad hecha dogma, hecha ética de santos, una verdadera moral posmoderna. Los sentimientos se congelan y el individualismo se manifiesta en su apogeo. Es el auge del Yo, del I, ME, MINE: son los derechos inalienables del hombre ilustrado. Tiro pero no cedo. Empujo pero no interfiero en la caída, me desentiendo como un actor de su personalidad cotidiana.
En la historia de las revoluciones nunca ha habido tal trastoque de valores como en la era actual, leí en un libro y lo creí.
De lo común a lo privado, nos retrotraemos como un boomerang que no va, que sólo vuelve. No culpemos al perro que no sabe como volver, aunque sepa cómo alejarse. Seamos piadosos pero castiguemos al animal sin remordimientos porque, aquí, se ha infringido una regla.
La esfera propia, la íntima es la que prevalece. No hay lugar para dar sin recibir. Se trata de reciprocidad, ¿no lo ves? ¿acaso sos tonto? ¿qué has hecho con tu razón pequeño retrógrado?
No sientas culpa porque el otro pase a ser un efecto secundario del desborde humano. Una mano invisible que nos hace bien a todos, que actúa por colateralidad y nos libra de la responsabilidad. Tengo lo propio y quiero lo ajeno. No se puede con ese deseo que empuja a lo lascivo, al pecado de querer y no poder.
Nos desesperamos por probar un poco de la miel que anida otra abeja en un panal que no es el nuestro. Y por esa miel no hay nada que no haríamos. Queremos y queremos, probamos y nos ahogamos en la dulzura por un placer efímero. Le creemos a una abeja reina que nos promete perpetuar su dinastía con nuestra miel. Un bombón de dos capas simultáneas: la miel y, un poquito más abajo, la amargura. Nos obnubilamos y nos identificamos con el juramento y la promesa. Nos volvemos una frase, un conjunto no aleatorio de letras haciéndose pasar por palabra.
Creemos en la creencia.
Queremos creer en esa creencia
¿Podemos creer en esa creencia?

Estar presente.

Me desperté con una certeza. Una certeza que en este mundo desprovisto de seguridades, es un refugio, es una mano que te sostiene, un amor que te empuja. La certeza de seguir avanzando hasta encontrar la línea correcta, o al menos para mí.

Buscarme.

La búsqueda es constante. La búsqueda es como una bicicleta que ha perdido los frenos, la búsqueda se detiene sólo cuando nos morimos. Y la vida es una búsqueda, es pura posibilidad, es incertidumbre. Y la única verdad que arrastramos en esa búsqueda es la duda constante, casi agobiante, que presiona hacia abajo con sus preguntas a martillazos que quieren clavarnos más hondo la idea de la pregunta... Pero al fin y al cabo esa misma duda es la certeza más preciosa. La certeza de estar vivos. La certeza de estar buscando, de que todavía no me morí.

Estar presente y ser consciente del ahora, que no es sinónimo de la anulación del deseo.
Proyectarnos es inevitable, pero proyectarnos en el presente más inmediato es más saludable que inventarnos una proyección al futuro a largo plazo. Me di cuenta de que quiero evitar el dulce espejismo de verme reflejada en un otro para encontrarme. Mi búsqueda no es encontrarme en otro, no señor.
Aprendí que los sueños se vuelven chicles que nos mantienen sujetados sin dejarnos ser, cuando se vuelven la razón última de nuestros actos. Entonces, en ese preciso instante, puedo reconocer que un sueño en vez de proveerme de alas, me las corta, me paraliza, me detiene, me mantiene en el piso, en la cadena quejumbrosa de la obstinación, en la nula obsesión que tan poco creativos nos vuelve.
El deseo hecho obsesión nos anula como individuos. Es así.

Y ahora que sé lo que no quiero voy en búsqueda de lo sublime. Sé lo que busco pero tengo muy en claro que puedo vivir sin encontrarlo. Es tan solo un anhelo, una sonrisa que me motiva esporádicamente.
Creí que encontré una vez lo sublime en el amor. Creí que lo encontré por segunda vez también en el amor. Pero no... lo único que encontré fue una razón por la que relajarme en mi búsqueda y saber que quería morir por mi obsesión. Como si dijera "listo, ya está, ahora me siento menos culpable por dejarme morir" Y por qué morirme como un útero? Yo no quiero vivir midiéndome con las miradas que ven a mi cuerpo como un sinónimo de reproducción. Yo soy mucho más que eso.

Yo quiero ser otra mujer.
En mi búsqueda me construyo, y me proyecto primero conmigo misma y después con otros.
Estos días estuve pensando ¿qué mujer quiero ser? Yo me construyo y por más que hay días en los que mi libertad se me vuelve insoportable, sé que puedo elegir. Y es la capacidad de elegir la que me da miedo.
 Estoy grande. Creo que debe ser eso lo que me aterra y me desespera: antes tenía otros que elegían por mí. Me libraban de mi responsabilidad frente a la vida. Me libraban de mi existencialismo. Darme cuenta de que soy Yo con mayúscula, de que estoy siendo a cada momento, eso es lo que ahora tengo que asumir. A veces me parece que esa es la línea divisoria entre un adulto y un adolescente. No se trata de la edad que figura en el documento, ni de tener barba o pechos. Se trata, más bien, de la realización y de la toma de conciencia de que somos nosotros los que hacemos nuestro destino. Y todo ese peso que recae en nosotros en forma de responsabilidad nos llena de miedos. Y la incertidumbre de las elecciones se combina con la realidad del desamparo. Un cocktail que nos lleva al llanto.

Quiero dejar de ser la medida de todas las cosas, pero soy persona y eso es imposible, porque no puedo dejar de tomarme como referencia. No puedo evitar ponerme en el centro. Lo único que se puede hacer es juzgar menos y confiar más en lo que siento. Y yo, lo elijo, lo persevero. No quiero mantenerme cerrada a la vida.
Una vez me dijeron que tener los brazos cruzados era una postura hacia la vida. Y es cierto.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Estandarización.

El idealismo penetra en cada vértebra, recorre la columna y se clava en mi nuca.
Una vez adentro le suministra su información a mi sangre, y paulatinamente me vuelvo eso que una vez estuvo fuera. Eso que antes podía discernir como una válvula de seguridad, regular el 'aquí' y el 'allá'
Ahora donde está todo eso?
Somos convicciones alimentadas de discursos. Pero yo no quiero ser nadie, y mucho menos un discurso. Quiero ser yo, quiero ser Ilenia. Quiero construirme en una era en la que las personas salen como maniquíes en serie, chocolates que se olvidan del ingrediente especial de la abuela. La diferencia se aniquila, la uniformidad es llamada, es querida y hasta demandada!
Nos damos cuerda a nosotros mismos, dejamos que el discurso se internalice y una vez adentro, ya no hace falta un castigo o una coacción exterior. Para qué? Si alcanza con que reproduzcamos en el uno lo que se desea que se extienda al todo.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Las preguntas más fundamentales no tienen respuesta. Pero, sin embargo, nos seguimos haciendo las mismas preguntas, una y otra vez. Seguimos, con terquedad y hasta obstinación, la misma línea, el mismo círculo y nos perdemos en la circunferencia sin llegar a ningún lugar.
No puedo evitar hacerme siempre las mismas preguntas, es tonto, es estúpido. Si quiero llegar a nuevas conclusiones tengo que, necesariamente, cambiar las preguntas.
Y si no quiero hacerlo? yo quiero encontrar la respuesta a esa pregunta que me hago desde tiempos inmemoriales, que me hago desde siempre.
Es como un amor imposible. No voy a cambiar de persona sólo para que me sea más accesible.
No tiene sentido. Los elementos no son todos tan intercambiables como nos quieren hacer creer. No da todo lo mismo. No me da todo lo mismo.
Yo sigo creyendo en lo único. Si, si, soy chapada a la antigua. Me gustan las pausas, la lentitud, el sabor, las presencias que logran permanecer.
No me gusta lo descartable, lo que no tiene un fin, un sentido.
¿No es suficiente ya con la gran responsabilidad de dotar de sentido a toda una vida como para obstaculizarnos con cosas inútiles?

Nunca fue fácil, pero creo en tus ojos, 
es tan frágil depender de todo. 
Y cómo explicarte, desde el encierro, 
cuanto miedo da salir a ese mar de dudas.

 
Ya no hay más que hacer, 
sos tu propia ayuda, 
ahora andá y viví... 
yo siempre amé tu locura. 

viernes, 12 de septiembre de 2014

Donde no se lee.

Mi escribir es un acto profano, no está investido de fe ni de magia.
Perdí todo.
Todo lo perdí.
Como en un juego de palabras, perdí el hilo y me volví incoherente.
Perdí la consecuencia, perdí la razón y perdí el motivo.
Mi forma de escribir no es más que eso, una forma perdida entre tantas.
Ya no me siento especial, ¡hasta eso lo perdí!
Soy un cuerpo entre tantos, un alma en un cementerio de amor.
Una persona meditando en la vorágine.
Y la monotonía del día a día es el tedio que opera eficazmente junto a la falta de abrazo.
Es un resorte que me arrastra hacia abajo.

Mi nombre es un tinte oscuro: ya no la acompaña lo místico, lo magnífico y lo grandilocuente de la fe. Fe que también perdí mirándome al espejo. Tratando de decirle a mi sombra que vuelva, que no me deje ella también.
Y si me encuentro escribiendo esto, es porque creo fehacientemente que escribir es la fuerza de lo imposible. Escribir es la fuerza de lo absurdo, de querer recuperar en estrofas lo que perdí en el silencio de la realidad.

El corazón se me voló en la esquina una tarde de aire y junto al corazón, perdí el deseo.
Y ni a lo uno, ni a lo otro pude volver a encontrar.

Anhelar plasmar en palabras lo que a nadie le importa, con la ínfima esperanza de que a un alguien le importe.
Eso es, es eso.
Las palabras llegan empujadas por el afán del recuerdo, de la inmortalidad, las ansias de ser alguien, de ser alguien solo para mi.
Y es el egoísmo lo que otra vez me hizo perder.
Y yo lo único que quiero perder es a él.
Es como ser humo sin sonreir.
Evaporarse, quiero que todo se evapore.
Es como escribir y que la pluma no esté cargada de tinta.
Pero cada vez que escribo siento que es una especie de negación absoluta. Una especie de negación que me convence de que a medida que escupo palabras logro dejar de ser, y a su vez, sigo siendo.
No consigo librarme de mi carga, de mi peso.
Luchar contra lo imposible, desear lo imposible.
Eso genera arrugas y curvas en la espalda.
Tener la pesadumbre de la certeza del saber. La claridad de un sabio y la oscuridad de un ignorante, es bicolor, es simultáneamente blanco y negro.

Ser una vela empotrada en un portavela, iluminar efímeramente para consumirse súbitamente después.
Otra vez la inutilidad en su máximo exponente, la flor del esplendor hecha vacío.
Así es como se está pero no se está en ningún lado.
Así es como se transita este camino, haciendo cosas que a nadie le importan, o mejor aún, que solo a uno mismo le importan. Y tratamos de engañarnos. Pretendiendo al mismo tiempo escuchar sin ser escuchado. Hablar sin hablar.

Todos pero ninguno. Ninguno pero todos.

Con pero sin.

La sal con el azúcar es contradicción y esa contradicción es la nada.
Es, una vez más, vana y estúpida.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Ver y no ver

Visión romántica de la vida esperar siempre algo mejor, aguardar el progreso, primero material y luego espiritual. Una inversión de órdenes que a menudo nos lleva a obnubilarnos en una cosmovisión consumista. Tengo y eso soy. 'Porque tengo, entonces soy'
Tengo amigos, tengo una casa, tengo un título, tengo un novio, tengo una familia.
El poseer se exponencia al cuadrado y esta forma de pensar se traduce en una forma de actuar.
Te tengo y como te tengo, te ahogo, te posesiono, te pongo una etiqueta, un rótulo. Porque necesito contarle al mundo qué sos vos en relación a mi persona.
El lenguaje nos acompaña fiel a todo este trayecto que nos entorpece como mundo, como sociedad.
El lenguaje cristaliza formas de habitar un espacio, formas de relacionarnos.
El lenguaje nos acerca y nos aleja.
Somos como protones y neutrones, cargados enérgicamente, atrayéndonos y rechazándonos. Manteniendo siempre un equilibrio equidistante entre nuestros cuerpos, entre nuestras almas. Corremos el telón y del otro lado ya lo estamos cerrando.
Mostramos pero escondemos.
¿Hay algún momento en el que mostremos todo?
No, no y no.
Te pienso pero no te lo digo. Pero no es que no quiera hacerlo, no te lo puedo decir porque ni siquiera a mi misma me lo digo.
Nos peleamos con el resto cuando estamos peleados con nosotros mismos, con el orden aleatorio de las cosas, con la espontaneidad y lo azaroso de la existencia. Nos peleamos cuando hay cosas que nos sobrepasan, que nos exceden como sujetos y, como no podemos estar al volante, conducirlas, canalizarlas y encauzarlas como queremos, como tanto nos gustaría, nos empecinamos como un perro con su hueso. Y no vemos que además del hueso, hay alimento balanceado para perros.

Tela de juicio

El relativismo de la tibieza no es otra cosa que la imprudencia hecha dogma, estandarizada, oficializada. La duda como piedra de toque de todo el sistema.
No hay seguridad con los sentidos, solo habitamos una tierra plagada de subjetividades, de 'quizás', de porcentajes... una tierra que desborda en posibilidades y aproximaciones. Con las percepciones, con los ethos que se construyen y deconstruyen, no tenemos más que eso: parcialidades.

¿Dónde está la verdad?

La ropa que vestimos, la música que escuchamos, la forma en que nos expresamos, los alimentos que consumimos, los estereotipos que utilizamos para comunicarnos ¿hablan de nosotros? Yo creo que, en realidad, nosotros hablamos con ellos; los utilizamos como un canal.
Suelo creer que existe un diálogo ininterrumpido entre las cosas que decimos y las cosas que 'en verdad' somos. Nosotros hablamos de ellos y ellos hablan de nosotros a partir del lenguaje simbólico. Un guiño y un gesto son interpretados por cada uno y, a su vez, ¡qué poco margen le damos a la libre expresión corporal! porque la cargamos de significados. Sabemos qué dar para recibir tal cosa. Encasillamos las cosas y no la dejamos ser.
También creo, de una manera muy foucaultiana, que los detalles microfísicos dicen más que lo macro. Pero también, los actos ausentes de palabras, los actos más silenciosos, dicen más que largas oraciones y palabras finamente premeditadas.

La nada es todo y el todo es la nada.

Será por eso que no me importa tu nombre,  poco me interesa conocer tu edad; simplemente porque eso no me dice nada, porque todas estas cosas vos no las elegiste. Esas cosas te suceden.
En cambio, tus elecciones me hablan más de vos que las informaciones clásicas que brindamos al conocernos y que puedo encontrar en cualquier documento.
Lo mágico es que uno suceda a las cosas y no ellas a uno.
Tal vez sea por eso (la incógnita hecha adverbio y encabezando nuestras vidas, otra vez) que lo irracional de lo humano es a veces más fuerte que todos los argumentos que se pueden esgrimir acompañando un 'no'
No importan los motivos si no los sentimos.
La negación del sentir: eso sí es ir contra-natura. Es casi un atentado contra uno mismo.

miércoles, 3 de septiembre de 2014


¿cómo puede el mundo decir que los pies son la parte más fea del cuerpo?

Hoy.

Hoy no puedo ni escribirte.
Hoy estoy dolida, y tan sórdido es el dolor que ni siquiera puedo dormir. Me aturde.
Hoy quiero que tus cenizas se vayan de mi alma.
Hoy quiero barrerte, necesito barrerte.
Hoy ya no soy yo, hoy ya no sos vos.
Hoy nuestra composición orgánica se alteró químicamente y ya no hay vuelta atrás.
Hoy dejamos de existir de una vez y para siempre nos perdemos como un eco en la inmensidad.
Hoy quiero dar vuelta de página, necesito dar vuelta la página.
Hoy quiero disipar la bruma de mi mente.
Hoy te borro porque sé que no te importo.
Es como si hubiese estado esperando este día para que darte una buena excusa para hablarme, pero más bien la excusa era mía...
Paradójicamente la excusa hoy la tengo yo, pero de una forma menos poética.
Tengo la excusa para terminar algo que nunca empezó.
Hoy decido que se va algo que nunca llegó.
Hoy se va la oscuridad que tan poca luz me dio.
Hoy no sé nada, porque no existe nada.
Hoy ya no queda espacio para el 'nosotros'
algo que ya no se proyecta, porque es mi decisión, porque yo no quiero que se proyecte.
Hoy soy yo, otra vez.
Hoy soy yo, sola.
Ahora ya no puedo ni escribirte.
Sólo puedo llorarte.