tinta y pluma pa volar

tinta y pluma pa volar

sábado, 22 de diciembre de 2012

La soledad.



La soledad me enseñó a entender la razón de mi existencia.
Sola, puedo encontrar lo que perdí.
Para muchas personas la soledad es estar sin nadie, para mí es estar conmigo.
La soledad no tiene nada que ver con la presencia o la ausencia de otros, es un estado.
Puede ser positivo o negativo, y es sólo el reflejo de uno mismo.
Saber estar solo es necesario para sentirse completo.

martes, 18 de diciembre de 2012


A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.
En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino..

lunes, 17 de diciembre de 2012

Incierto afán.

Si proyectara como un cortometaje el bosquejo de otro año, diría que ya sabido de antemano es que, es complicado, sino casi utópico, cumplirlo y plasmarlo tal y cual como uno lo dibuja en su isla de edición mental.
Del todo no estaría equivocándome si dijera que aún así es el motor hacia el próspero ideal.
Dar otra vuelta de tuerca es, sin ir más lejos, el nudo de mi existir. Un nudo que siempre está latente, en desarrollo, que se anuda y desanuda constantemente, que arma y desarma, que va y viene. Que coagula todos mis deseos. Es el corazón de mi mente.
Las despedidas sí que son de esos dolores dulces, pero son dulces sólo porque hay otra bienvenida. Es el momento en el que le doy la bienvenida a asuntos que no sé cómo ni por qué retornaron hasta la superficie.
Me doy cuenta que busco otras cosas, que difieren de las que tuve. La búsqueda sigue viva dentro mío. Porque todavía no logré encontrarme.
En unos días, mi mochila se llenará sólo de lo imprescindible; de lo justo y necesario. Pienso trasladar este mismo sentido a lo que no se ve. Es decir que, lo que me conforma va a seguir siendo lo mismo, pero con una vuelta de tuerca. No voy a dejar de ser yo, sino que voy a tratar de aligerar el peso de mi mochila para que sea más liviano mi andar, para que los hombros no se me venzan de tanto peso. En situaciones como estas caigo en la cuenta de que lo que quiero para mi alma está plasmado de algún modo en lo que hago con el cuerpo. Si quiero llevar los hombros hacia atrás, enderezar la espalda, entonces, atenúo la carga.
Eso es un rasgo característico mio, el hecho de proponerme constantemente encontrar un equilibrio entre ambas partes. Hallarlo y más difícil todavía, mantenerlo.
Voy a dejar todo cuando sea innecesario en Baires. A partir de aquí trazo una línea nueva. La cual aún se forja y gesta porque estoy procesando grandes etapas consumadas en su máximo nivel: el final. Considero este viaje como una reflexión, porque todo desenlace merece una reflexión, para nutrirme de un tallo verde a primera hora de la mañana, para leer un libro a la sombra de una parra, para
 caminar por lugares vírgenes. Se puede decir que.. Nada se puede decir ahora mismo. Porque siempre que se dice, sale el tiro por la culata. Ya lo diré en otra oportunidad, cuando haya sucedido lo que ha de suceder. 
Quiero dejar de pensar a futuro, también me digo.
Para eso, quiero dejar de escribir a futuro. Porque uno escribe lo que piensa.
Porque todas esas palabras que lo esperan al futuro que es ese punto que se encuentra lejos y a las vez cerca de nosotros, están cargadas de expectativas.
Y si hay algo que no quiero llevar a cuestas durante este viaje, son las expectativas.
Porque si no hay expectativas, no hay desilusión.
Y si no hay desilusión, quiere decir que no hubo ilusión.
Entonces p
refiero envolver a todo esto que me pasa, en una bolsa cuya etiqueta diga simplemente afán. Un incierto afán. 

domingo, 16 de diciembre de 2012

"Supongo que pienso en el amor más de lo que debería.
Me asombra el poder que tiene para alterar y definir nuestras vidas."
Soy una persona que se cansa. No sé si rápido, no sé si lento. Más tarde o más temprano, el punto es que me canso. Y no hay peor cosa que cansarse de uno mismo. Porque cuando me canso de tomar café, lo corto con un poquito de leche. Cuando me canso de un libro, lo cambio por otro. Cuando me canso de ver la tele, la apago. Cuando me canso de una canción, escucho otra.
Siempre me canso.
A lo largo de un día, las interrupciones que hago, casi todas, son por cansancio, aburrimiento. Si no, viviría haciendo monótonamente lo mismo.
Eso no está mal. No está mal siempre y cuando haya algo por lo que cambiarlo.
Entonces, cada vez que me pudro de algo, lo que hago es cambiar.
El cambio.

A veces creo que la primera impresión es mucho más que una primera impresión; algo así como la impresión que va a marcar lo que sos por el resto de tu vida.
La gente juzga muchas veces y se queda con lo que alguna vez fuimos, lo que primeramente conocieron de nosotros. Con un pedazo del todo. Un mínimo.
Fácil: conocés a alguien al que le gusta el pop, dos meses después se compra un CD de Rata Blanca, y es un careta. Un falso. No es auténtico. Eso es porque lo conocíamos y le gustaba el pop. A partir de que conocemos a alguien o algo, pareciera ser que las posibilidades de mutar se vuelven nulas.
Las personas no son. Las personas eran.

A veces quisiera armar un esquema con lo que me gustaría ser, ir poniendo y sacando cosas dentro mío, como si fuera un personaje de los Sims. Me desestabilizan los oídos las palabras de los demás que he llegado al punto de quererme sorda. Necia. Pero no.
Ahora mismo estoy cambiando una relación por la vuelta a un ámbito que no me interesa. Que pareciera que, sin embargo termino por acoplarme a él. Sólo para pertenecer a algo. Y no quedar en la nada, flotando.
Esas son las cosas que me desconciertan de mi misma. Cosas que no me gustan y que quisiera cambiar por otras, de las que no esté tan cansada. Y no puedo. Y me frustra.
Odio los momentos en los que se me moja el papel con las respuestas que tanto me costaron elaborar. Porque se les corre la tinta, se borronean ante mis ojos y las tengo que volver a armar. Pero para armar primero hay que encontrar...
Búsqueda, no queda otra. 
Ayer me subí a un colectivo.
1,25 dije y saqué el boleto.
Me senté en uno de esos asientos que están a la derecha, los que son para una 
sola persona, los individuales por los que todo el mundo casi se pelea, porque ahí podés estirar los pies a piacere.
En una parada subió un hombre de medianos veinte años con rulitos castaño claro. Era un vendedor ambulante que promocionaba un "infaltable" set de hilos. Era la primera vez que me querían vender algo semejante: hilos de colores, finos, gruesos; imprescindibles siguiendo su descripción. Los vendía $3 cada conjunto con una adicional simpatía. Sin embargo, mucha gente para mi sorpresa le compró, quizás porque tenía muy buena onda, porque era muy barato o simplemente tal vez porque en el colectivo había un algo especial.
Yo lo seguía con la vista mientras hacía su desfile de compra y venta.
La cuestión es que después de agradecernos y antes de bajarse, como recordando algo que tenía olvidado, nos quiso vender algo más: un sueño.
Para eso nos pidió que cerráramos los ojos 10 segundos y que deseemos que se cumpliera lo que más anheláramos en ese momento. Una vez pasados los 10 segundos, nos auguró un buen viaje y buena suerte.
Entonces fue cuando se bajó, compartiendo una cómplice sonrisa con el chofer a través del espejo retrovisor derecho, dejando una aurora pesadamente impalpable en cada recoveco con la certeza de que todavía existe la magia. 

viernes, 14 de diciembre de 2012


Competencia del que soy con el que fui,
del que va a apagar la lámpara
con el que la ha encendido,
del que desparramaba los colores
con el que los reúne,
del que no se veía en los espejos
con el que se contempla en el humo.

Competencia de mi voz con mi voz,
de las palabras que encontraba
con las palabras que me encuentran,
de los silencios que hablaban por amor
con el amor que dice su silencio,
de la luz de una tarde en cualquier tarde
con la luz exclusiva de esta tarde.

Competencia del que soy y del que fui
con el que seré o no seré mañana,
del que aún marca sus huellas
con el que todavía las borra,
del que empujaba al día
con el que ya ocultamente lo sostiene,
del que viene de ninguna parte
con el que viene de ninguna parte.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Soltar duele.


Pienso en una imagen simple. Una mujer volviendo del supermercado. Lleva dos bolsas pesadas en las manos. Si las suelta, algo de lo que lleva adentro se rompe. No quiere que eso pase porque pagó por esas cosas. Quiere que esas cosas se mantengan intactas. Algunas las va a disfrutar, otras simplemente le son útiles. Las bolsas les resquebrajan las manos. Duele tanto peso. Y duele llevarlo sola. Si hubiera llevado a alguna amiga al supermercado... Si hubiera aceptado que no podía llevar eso a cuestas... ¿Y ahora?. Ya está.

En el camino a casa intenta pensar en otras cosas, pero el dolor en las manos punza. Se frena. Deja las bolsas un minuto en el suelo. Suspira. ¿Está lista para seguir?. Duda. Se frota los dedos. Los tiene irritados. Los mira. No puede evitarlo. Piensa que el dolor tiene un atractivo visual. Basta cortarse un dedo para que se haga famoso. Mirá, mirá, me maté cortando una naranja. Las heridas físicas las exhibimos... Las interiores también.

No me gusta el compromiso. Vamos despacio. No confío en vos. Me pasaron muchas. No es el momento. No sos real. Me gustaría creerte. No voy a cambiar por nadie. 

La mujer vuelve a agarrar las bolsas. Sigue caminando.

Soltar duele.
¿Y sostener lo insostenible?

Cartas frustradas de amor.

El cielo está gris. Y cuando el cielo está gris, las nubes se mimetizan y bailan en él hasta que logran reflejar en las dóciles miradas, su lluvia. Nada se detiene, nunca, y mientras caían las piedras como cargadas de ira, ellos también cayeron fulminados y se despidieron con un abrazo que congeló el futuro eterno en un te quiero. Ahora lloran a escondidas, quién sabe si volverán a toparse. El incierto es magnífico, pero ya no lo esperan juntos.
Se rindieron ante la gente, la cobardía y el destello fugaz del primer hombre y la primer mujer.
Y así se perdieron los desconocidos..

Somos sólo personas amando a otras personas.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Me estremece la fortaleza de este amor. El que puede ser el abrigo en un invierno crudo y al mismo tiempo, el agua que refresca en un verano infernal. 
Este mismo amor... que no sabe de género, que va más allá del vínculo y del nombre que se le adjudica. De mujer a mujer.
Al que le alcanza y le sobra con una mirada para sobrepasar los límites del entendimiento. El que tiene sangre de magia, el que es tan dulce que ya no cabe dentro de lo especial porque no sabe expresarse ante la mirada de los demás. En este camino somos vos y yo. Vamos juntas a la par.

Uno busca esas personas que dice la filosofía, se han perdido por el mundo, que son como la otra mitad de uno mismo, que a lo largo de la vida ha de buscar pero difícilmente ha de encontrar. Porque es un mito, una leyenda que naturalmente no existe. Pero nosotras somos la excepción, el pero, la manzana verde infiltrada en un cajón de manzanas rojas. Y la mayoría de la gente va en búsqueda de lazos tan puros y verdaderos, como el que hoy tenemos.

A cada minuto rectifico que la nuestra, es una amistad que no para de crecer. Hacia arriba, hacia abajo, hacia los extremos infinitos del todo. Es un amor que jamás termina de expandirse, que carece de márgenes y contornos y es por eso que no logramos arribar a sus confines más subrepticios. El que me demuestra que me equivoco cuando creo que ya le es imposible avasallar un poco más la realidad, porque es ahí que concluye por sorprendernos y ahí está: más vigoroso que nunca. El que se riega con cada lágrima. El que se lustra con cada carcajada para imponerse brillante en el corazón. Grande e inmenso como un árbol que vimos germinar en sus semillas.

Soy atea pero creo que el que nos hayamos encontrado, que seas mi amiga, eso es un milagro. Y si, nunca pensé que lo ideal pudiera un día estar tan cerca  de lo real. 
Te amo.

viernes, 7 de diciembre de 2012


El silencio que queda entre dos palabras 
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae, 
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento. 

Así como cada voz tiene un timbre y una altura, 
cada silencio tiene un registro y una profundidad. 
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre. 

Existe un alfabeto del silencio, 
pero no nos han enseñado a deletrearlo. 
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable, 
tal vez más que el lector. 

Roberto Juarroz

jueves, 6 de diciembre de 2012

Como las nubes..

Por alguna extraña razón, cada vez que cuento mi historia en tercera persona, se me anuda en la garganta un bolo de sensaciones. 
Llegué a terapia 15 minutos tarde con el temor de que fueran descontados del tiempo total (afortunadamente no ocurrió) Leí la autobiografía en voz alta.
Escuchar es importante, pero siempre pensamos que escuchar tiene que ver con el otro, con prestar un oído, con aconsejar a alguien más. Y muchas veces, es tanto o más necesario, escucharse a uno mismo.
Por vez primera, hoy me escuché. Y créanme que es muy fuerte oír el relato de uno mismo, emanado de su propia voz, sólo que narrado para otro. Es ése el motor de la reflexión  porque que te escuchen y que uno mismo se escuche... ambas son iguales de importantes; pesan lo mismo en la suerte de balanza que equilibra sentimientos y pensamientos.

Si hay algo que me gustaría entender de mi, es el desborde que me provoca el estado de "paciente" No hay excepción, nunca. Siempre que me siento en el sillón para hablarle a un psicólogo, inevitablemente me desbordo. La voz me tiembla, los ojos me lagrimean y reprimo esas ganas de llorar tan vehementes. No sé por qué lo hago.
Sin embargo, no es algo de lo que pueda alardear o presumir, es más, todo lo contrario. Me avergüenza el no poder estallar en lágrimas en frente de un tercero. Será que me siento expuesta, desnuda. Así como una cebolla que llega al final de cada una de sus capas.
(sólo que la diferencia es que la cebolla te hace llorar aunque no quieras) Probablemente, eso sea lo que me de miedo.
Hoy me dijeron que llore, que llore como las nubes lo hicieron toda la tarde, como el cielo gris de hoy.
Es cierto, no hay cosa más liberadora. Y no puedo decir que es una mera cuestión de preferencia, o gustos, porque estaría mintiendo. No puedo llorar ni a solas conmigo misma. Es raro. Es también raro que te analicen y llegar, de repente, en terapia, a conclusiones que vos, solito, no pudiste. Pero es lindo también saber que con la mano o el oído de alguien más, se pueda estar mejor. Creo que no debe de haber nada más gratificante en este Planeta que el hecho de serle útil desde lo que te apasiona a otra persona. Eso es para mi un psicólogo, quien presta una ayuda desde un punto de vista académico. Sino, psicólogos seríamos todos cuando escuchamos a nuestros amigos.

Y por alguna otra extraña razón, me siento más liviana cuando termino una sesión, con la mochila menos pesada. Vaya a saber uno por qué.
Y hasta a veces (puede que sea una mera impresión mía) creo haberme infiltrado, así como de contrabando, un poquito al menos en el corazón del terapeuta. No es que sea esa mi intención, ni mucho menos, pero debe de ser difícil también escuchar las 24 horas del día a un desfile de gente desbordada que no sabe qué hacer con su vida. Y erróneamente recurre a un psicólogo con la idea de que es el Dios personalizado que ha de salvarlo.
No soporto esas ideas generalizadas. Hacer terapia es construir, no exponer y que resuelvan tus asuntos. Es llegar a un puerto y anclar ahí posibilidades.

Ahora, sentada, acá escribiendo me ataca la idea de que éstos son los momentos en que soy yo misma. En los que no existen las agujas del reloj y no me apresura el porvenir. 

Sinceramente, no sé qué es. Pero está ahí, imperceptiblemente y dentro mío. En algún rincón de esta Ilenia está agazapado ese amor incuestionable hacia la psicología.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

En su corta consciencia, elaboró teorías del sueño. Cómo empezar el día, el que marcará las próximas horas hasta dormirse, otra vez. La forma en que se lo encara, lo primero que hace o ejecuta; es eso lo que delimitará la mente por un lapso aglomerado de minutos. Si se escribe algo, entonces, ese algo es lo que rondará mínimamente en el propio cerebro, hasta el mediodía.

martes, 4 de diciembre de 2012

Desenvolvió al bombón y se topó con una sorpresa (y siempre le gustaron las sorpresas..)
A partir de ahí, no quiso saber más nada con el tiempo.
Diose cuenta de muchas cosas: que le gustaban las flores, más aún si se pueden fumar,
que es inútil arraigarse si es sabido ya que todo cambia. Lo dijo Galeano una vez, en esta vida todo se puede cambiar, el pelo, el marido, la casa, los hábitos. No hay nada que sea ajeno, que uno es lo que quiere ser.
Hay muchas cosas que se pueden descubrir un miércoles a mitad de semana. Lo maravilloso que es reir si las sonrisas son frescas como el viento que sopla después de la lluvia. En las energías que se emanan junto con el sudor, en ese preciso encanto fue que se perdió, en lo cotidiano, en el polvo de la sopa, en el arpegio de un si mayor. 
Que todo termina, sí, le da miedo. Pero reconoció también que si hay un final, es porque existe otro comienzo.